martes, 13 de julio de 2010

La piscina, punto focal. (Cap.7)

A eso de las diez de la mañana, mi amiga y yo estábamos tomando sol cómodamente reclinadas en unas reposeras de cuero blanco acolchonado, y gruesas patas de acero galvanizado.

El día se había vuelto perfecto, la brisa fresca que provenía del norte nos acariciaba al igual que a los arboles.

Esa brisa también nos regalaba el aroma de los pinos que rozaba.

- ¿Esto vivís todos los días?- le pregunté maravillada.

- Así es, es una lástima que se termine tan pronto…- y con una mano tapando sus ojos de los reflejos del sol, noté que observaba a unos chicos que venían caminando a nuestra derecha.

Eran varios chicos, entre ellos divisé a Connor que iba tomado de la mano de una chica de unos 15 o 16 años. Esta iba en un bikini un poco pequeño, su cara era muy gordita a pesar de que su cuerpo era bastante delgado. Su cabello rubio hasta la cintura ondeaba con el viento.

Ella debía ser Ocean.

Venían cargados con canastas de picnic, sombrillas, un reproductor de cd’s y bolsitos. Seguramente esperaban pasar todo el fin de semana en la mansión.

Cuando estaban a unos metros de nosotras, nos saludaron con la mano. Le respondimos algo sin ganas. Había como una tensión, una sensación de invasión no sé exactamente por qué, si no era mi casa y menos la de Leicia.

- Me voy a poner la malla.- dijo resuelta Lei. Se levantó algo ofuscada, y se detuvo a esperarme.

- No tengo una linda malla, Lei. Yo me voy a quedar un ratito más acá y después voy a subir para buscar algún empleo en el diario.- Lei me miró algo asombrada pero se resignó muy rápido.

- Si queres te presto uno, vos avísame.- y entró a la casa. La seguí con la mirada hasta que desapareció en una esquina, me quedé ahí viendo la nada en esa posición tan incómoda.

No era de mostrar tanto el cuerpo, y mi bikini no era de lo mejor, ya estaba algo gastado.

En La Cumbre no necesitaba de ninguna malla, simplemente nos tirábamos como estábamos.

Teníamos ese rio de 20 metros de ancho y varios kilómetros de largo que nos tentaba a tirarnos con lo que tuviéramos antes de pensar en alguna malla.

Había un lugar especial frente a la pequeña playita donde había muchas ollas o ollones, como los llamábamos a esas circunferencias profundas y libres de rocas que se podían apreciar al nadar.

Eran geniales,como pequeñas piletas pero algo peligrosas, había que tener cuidado siempre.

Luego, unos cuantos metros en contra del río se podían hallar ollas más grandes (y más peligrosas) llenas de pejerreyes.

Con mis primos atrapábamos langostas y saltamontes que había a montones, sobre todo alrededor de las zarzamoras que crecían por todo el lugar y el bosque.

Las agarrábamos con redes y luego las introducíamos en botellas, que más tarde trasnportabamos a ese tranquilo lugar para usarlas de carnada. Nos sentábamos sobre las rocas color hueso y ahí podíamos permanecer largo rato en silencio y en compañía de los sonidos del agua y los animales a nuestro alrededor.

Varias veces las ovejas y las cabras se nos acercaban en busca de alimento, ya que nos encantaba despertarnos y regalarles las sobras del desayuno.

Volviendo a la realidad, vi pasar muy furioso a Matt para luego perderse por el pasillo. Lo seguía Auders, muy agitado.

Esto no se veía nada bien, ese chico realmente afectaba la mansión con sus violentas emociones.

Escuché unos taconazos, y rápidamente me di la vuelta fijando mi vista en algunas personas que se dirigían al bosque camino a la piscina.

Cailea se detuvo a mi lado, se puso unos enormes anteojos de sol redondos color café y se puso a contemplar a la gente que llegaba.

- Este chico me va a sacar de mis casillas…- murmuró para si. Luego me miró.- ¿No vas con ellos? Allí veo a Connor ¿Por qué no te pones la malla y vas a disfrutar con él?-

- Muchas gracias, Sra. Salerno pero hoy decidí quedarme en mi habitación para observar la sección de empleos.- Cailea bufó.

- Por favor, niña. Eres muy joven, primero disfruta de este hermoso día y recién cuando llegue la semana ponete a buscar.- me sorprendió que me dijera eso.

- E-Esta bien.- le conteste sin pensar.

- Así me gusta, me voy a la cancha de tenis. Después vengan a jugar un poco con Lei. ¡No se amarguen! - dicho esto fue al encuentro de un hombre vestido de negro con el pelo algo largo peinado hacia atrás. Sus ojos oscuros eran muy redondos y pequeños. Casi me hicieron reir de tanta simpatía que destilaban.

“¡Jim!” escuché que le gritaba emocionada Cailea. Se abrazaron y luego siguieron a otras nuevas personas que se dirigían hacia otro bosquecito donde se encontrarían las canchas de tenis.

Los vi alejarse, conversando muy animadamente hasta que decidí ir hasta la habitación de Lei para pedirle prestado un traje de baño.

Saqué la tarjeta muy doblada de uno de mis bolsillos y traté de decifrar el mapita que me había dibujado.

Llegué no sé como a un tercer hall, más pequeño que el principal, con unas escaleras de marmól gris también más pequeñas. Las subí, y busqué su habitación.

No me fue muy difícil encontrarla porque en una gran puerta de metal que parecía una fortaleza, estaba escrito su nombre con el mismo material.

Toqué la puerta unas dos veces, se escucharon unos pasitos que llegaron hasta la puerta.



Me abrió unos segundos después. Su habitación no era tan grande como la mía, parecía no tener tema y las paredes eran de un color gris muy claro con detalles de los zócalos en blanco. En el fondo estaba una gran ventana de madera y persianas de madera con unas gran cortinas blancas flameando fuera. Debajo de la ventana estaba su revuelta cama, llena de ropa por todos lados.

Una pequeña biblioteca junto a un escritorio muy desordenado con una computadora pantalla plana y un gran armario de madera desvencijada y lleno de posters de bandas que no conocía.

Ya estaba en una bikini roja con pintitas blancas. Me hizo pasar muy acaloradamente.



-Perdoname que no te abrí más aprisa, es que hay un chico que me molesta a cada hora y tuve que fijarme en el mirador.- me explicó algo avergonzada.

-¿Enserio, lo conozco?- .

- No, por suerte. Se llama Jude, y debe tener unos treinta años largos.- se ruborizó de golpe.

-Pero…¿Cómo es eso que te persigue?-

-Bueno, no puedo decir que no me guste el hombre porque es muy hermoso, pero es su actitud algo pesada la que me hace sentir incomoda.- la miré fijo, todavía no me había respondido la pregunta.- No sé, me manda muchos regalos, me llama a la puerta y a todos mis números varias veces al día. No me molestaría si lo hiciera moderadamente.-

Se fue a acomodar el corpiño de la bikini en un gran espejo de madera ovalado. Luego se detuvo y me miró por el espejo algo contrariada.

- Creo que lo amo, Saki…- me confesó de repente. Se ruborizó a un más y se llevó las manos para ocultar las mejillas.- Pero no quiero meterme con ningún chico de acá, y menos modelo.- continuó acomodándose el corpiño.

- ¿Pero por qué? Debe ser hermoso sentirse amada, y además por lo que veo el hombre te volvió loquita.-

- Si…pero sé como son los modelos, son todos muy jodidos. No me quiero involucrar, y no quiero ni pensar en lo que diría Cai.-

- Tonta, Cailea te quiere muchísimo. Además es una muy buena persona y no sé qué tiene que ver ella en todo esto, pero va a aceptar la relación.-

Leicia terminó de acomodarse el traje, y dejó caer sus brazos a ambos lados como si estuvieran muertos.

Se dio vuelta para mirarme algo aterrada, un leve sudor recorría su frente.

- Tiene que ver, y mucho. Él fue su pareja hace varios años.- se quedó así esperando mi reacción.

- ¿Qué?- me quedé shockeada.

- Cuando él empezó muy de jovencito, y ella todavía era algo joven se vino a vivir acá como la mayoría de los modelos de la agencia. Luego, pelearon no sé por qué razón, pero Cailea lo terminó echando.-

- ¿Y cómo es que te toca la puerta si no vive más acá?-

- Hace algunos meses se arreglaron, y quedaron como viejos amigos. El puede entrar cuando quiere pero no puede volver a vivir acá.-

- Entiendo ¿Y él sigue trabajando como modelo?-

- Si, trabaja con nosotros en nuestra agencia. Ya no modela tanto porque ahora es otro de los encargados de conseguir nuevos modelos.-

De afuera comenzaron a escucharse gritos alegres de personas, nos acercamos a chusmear por la ventana y vimos que nuestras reposeras ya no estaban y varios jóvenes se la estaban llevando camino a la piscina.

- Hoy va a estar más lleno que nunca.- me aseguró mientras me daba un traje de baño color azul marino.

- ¿Por qué?-

- Es el cumpleaños de Ocean.- dijo tomando un bronceador de la cama y dirigiéndose a la salida.

- Ah si, la oí nombrar ayer.- no quise adentrar más en el tema y la seguí hasta la puerta, suponiendo que era la pareja de Connor.

Por alguna razón quería evitarme una desilusión

Nota de la autora: perdón si no publique durante un tiempo, es que la facultad me tenia bastante ocupada  U_U
Aqui esta el cap 7
y auun hay maaas ja ja
gracias por seguirme
besos!
^_^

3 comentarios:

  1. Me gusto mucho,
    gracias por publicar, me encanta tu historia y estaba un poco desanimada al ver que o publicabas, llegue a pensar que se te habia olvidado tu blog.
    En fin. Me gusto mucho,
    Publica mas seguido si?
    por favor

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  2. Qué bueno que vuelves a escribir! Espero que publiques algo pronto! =D

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