sábado, 11 de diciembre de 2010

En el bosque

Capitulo 12 -




El aroma de un ramo de jazmines me fue despertando suavemente.

Eso sí que era despertarse bien.

¿Cuántas veces en la vida podía uno pensar así?

No había nadie en la oscura habitación. Debía ser de madrugada.

Prendí una luz.

Me acomodé contra el respaldo de la cama.

“Otra vez me volví a desmayar” pensé enfadada. Ya no podría volver a mirar a Connor a los ojos, esta vez no.

Levanté las sábanas, solo tenía puesta la parte de arriba del pijama. Rogué por los dioses que Lei hubiese sido la autora de eso.

Me puse a ojear unas cuantas revistas de moda, que me aburrieron rápidamente. Pero me esforcé en leerlas ya que no había otra cosa.

Estuve así por los menos dos largas horas hasta que Lei me trajó el desayuno.

-¿Estas bien? ¡No te me vayas de nuevo, eh!- me dejó las bandejas sobre las piernas.

-Espero que no hayas hecho ningún arreglo apresurado con ese departamento del centro.- Lei levanto las cejas.- Me gustaría seguir viviendo acá.- Aunque cuando dije eso último, una imagen cruzó velozmente por mi memoria: ese tremendo destello lobuno en la mirada de Matt.

- Esta bien, tu decisión es la final. Ah, me olvidaba. Te traje esto.- me mostró un frasco mediano con una sustancia verdosa y espesa.

En la etiqueta se leía “orégano”.

-No es orégano, aclaro. Es una crema que conseguí especialmente para tu pancita.-

-Está destrozada, ya lo estoy aceptando. Ahorratelo.-

Me arrepentí de decir esto luego de ver su puchero.

-Bueno, bueno. Lo voy a probar. ¿De dónde lo sacaste? Espero que no me salga un tercer brazo.- le dije mientras observaba esa sustancia más de cerca.

-Confía en mí. No puedo decirte de donde lo saqué pero sí que funciona muy bien.-

Agité un poco el frasco totalmente asqueada.

- Vamos, deja de mirar tanto y pasate un poco.-

- Pero…-

- Tenes que confiar en mí.-

Me levanté la remera y tuve que mirar nuevamente esa horrible cicatriz. La sangre seca estaba por doquier y ya notaba el olor salino que emanaba.

- Apurate o te vas a desplomar otra vez.- me advirtió al verme algo mareada.

No tenía olor por suerte, pero algo me hizo acordar a un bosque. E inmediatamente la imagen del lobo.

Agoté casi medio frasco según las indicaciones de mi amiga.

- Después de esto vas a tener que ponerte de a poquito cada cuatro horas. Me lo vas a agradecer.- me guiñó un ojo, luego se acercó más a mí.- Eso sí, no le podes decir a nadie de esto. Sé que vas a hacer lo correcto y vas a seguir mi consejo. Confío en eso.-

- Está bien, pero igualmente no tengo a nadie a quién contárselo. Quedate tranquila.- eso era cierto, todavía no conocía bien a nadie en la mansión.

Sonó el celular de Leicia y luego su localizador.

- Ah, siento informarte que ya es lunes- no sé por qué no me sorprendió enterarme de eso.- y que tu amiga trabaja más que nunca en estos días.- me sonrió y con un gesto me pidió permiso para atender.

- Adelante.- me dio un rápido beso en la mejilla y salió de la habitación con el celular en una oreja y el localizador en una mano.

“Realmente se mata trabajando” pensé con desasosiego. Hasta que no me recuperara no podría buscar un empleo.

La herida todavía me dolía, pero el dolor fue disminuyendo de a poco.

Evitaba tocar la cicatriz por la impresión.



Veinte minutos después entró el doctor Companni a revisarme.

Por suerte la crema se había absorbido raudamente y no hubo necesidad de mentir.

Me dio unos calmantes para el dolor y prometió regresar a la tarde.

Cuando me habló del proceso que sufrirían mis heridas al cicatrizarse, noté que era un hombre de unos cincuenta años aproximadamente, canoso y algo pasado de peso.

Era la primera vez que lo veía enserio luego de despertarme de los desmayos con la mirada desenfocada.



Al mediodía una de las ayudantes de la cocina me trajo el almuerzo.

Esta vez fue la mujer delgada y larguirucha.

Fue muy amable conmigo y se quedó acompañándome hasta que me terminé la sopa de municiones con queso.

Fue agradable hablar con ella, ya que también venía del campo aunque había terminado instalándose en la ciudad al nacer su primer hijo.

Cuando terminé, me trajo de postre una rica ensalada de frutas.

Se tuvo que ir apresuradamente porque la necesitaban en las cocinas.

Cuando la habitación volvió a quedar solitaria, saqué el frasco de un bolsito que me había provisto mi amiga.

Seguí sus indicaciones.

La dejé arriba de la mesita de luz y luego prendí la tele de plasma que tenía en frente.

Disfruté de las comedias que ofrecían los canales de cable.

En el transcurso del día no noté muchos cambios en la herida, sí en el alivio del dolor.

Había disminuido tanto que podría haberme puesto a saltar sobre la cama sin ningún problema.

Quizá fueran los calmantes que esta vez hicieron efecto.

Tal vez no.



A la tarde, regresó el médico como lo había prometido.

Quedó sorprendido con la veloz cicatrización. Yo también miré, extrañada.

Empecé a sudar de los nervios. No quería contestar ninguna pregunta incomoda.

- Bueno, la única explicación que tengo para esto…es que las heridas no fueron tan profundas como…creí.- se agarró el mentón pensándolo mucho.

- Bien.- fue lo único que pude pronunciar.

- Bueno, eso es todo. Aquí te dejó otros calmantes para que los tomes a la noche.- fue hasta la puerta todavía pensando a mil por hora.- adiós y te veo mañana. A este paso quizá te encuentre tomando sol afuera- me regaló una linda sonrisa y salió.

“Increíble” escuché que exclamaba al cerrar la puerta.

No tomé ningún remedio. Quería comprobar cuál de los dos tratamientos era el efectivo.

Lei no apareció hasta entrada la noche, estaba agotada así que solo se quedó unos diez minutos.

Volví a prender la tele, no podía dormir. Me quedé hasta las dos y media. El dolor seguía sin aparecer.

Ya creía que la responsable era esa sustancia, los medicamentos recetados seguían en la mesa.

Me levanté y caminé hasta la puerta, así como estaba.

Ningún dolor. Ninguna señal.

Me sentía tan bien que al caminar no notaba siquiera los tirones de los puntos y por lo tanto no me impresionaba.

Caminé hasta unos ventanales que daban al jardín. Me quedé viendo el horizonte con la frente pegada al vidrio.

La noche estaba hermosa, las estrellas bañaban el cielo abierto.

Salí tratando de no hacer mucho ruido.

Ni un alma. Silencio puro.

Fue entonces cuando vi, para mi espanto la figura del lobo a lo lejos en el bosque.

Salía y se sumergía una y otra vez entre los árboles como lo haría un pez saltador.

Otro más pequeño y violáceo lo seguía.

Mi respiración se volvió agitada, y me congelé sin saber qué hacer.

Lo menos que quería es que me viera y volviera por su presa.

Pero fue cuando vi a Lei corriendo por el sendero lo que más me impactó. Sin importarme el peligro, salí a tratar de alcanzarla.

Llegué hasta el césped que me empapó los pies descalzos por el rocío nocturno.

Grité varias veces su nombre pero parecía no escucharme y luego se adentró en el bosque desviándose del sendero.

Un viento frío me golpeó y me hizo recordar cómo iba vestida.

Sin pensarlo tanto, busqué una ventana con luz en la mansión.

Encontré una al fondo, tomé unas piedritas del camino y empecé a arrojarlas a las persianas de madera.

Segundos después, un hombre salió algo mareado y despeinado. Era Auders.

- ¡Pero! ¿Qué es lo que esta pasando?.- gritó furioso.

Qué vergüenza, pero algo tenía que hacer. Dudé unos segundos.

¿Qué le iba a decir?

-¡Sakin! ¿Qué haces ahí?- dijo tratando de enfocarme con el entrecejo fruncido.

Al parecer lo había despertado.

- Leicia se metió en el bosque.- pensé mucho lo que iba a decir luego para no parecer que estaba desvariando.- ¡y acabo de ver al perro que me atacó acompañado de otro, tengo miedo que le pase algo!-

Esperé angustiada, vi que otra luz se encendía cerca, en la torre principal.

-¿Qué Leicia qué?- era Cailea que había salido al balcón.

- ¡Dice que se metió en el bosque con el perro ese dando vueltas!- le explicó algo a los gritos el hombre a dos ventanas de distancia. Cailea me miró fijamente.

- Imposible, acabo de hablar con ella. Ya se fue a dormir.- tenía una mirada soberbia. Diferente a la que había visto siempre.

-Te falta descanso, Sakin. Es eso.- dijo Auders en un bostezo, estaba bastante cansado.

-Si, querida. A veces los calmantes hacen que veas cosas.- se detuvo a observarme.- Mejor, esperame ahí. Te voy a acompañar a tu cama.-

Antes de que pudiera decir nada, su sombra se perdió entre las cortinas.

Por la distancia a la que estaba esa torre del jardín calculé que pronto estaría a mi lado.

- Te voy a mirar hasta que llegué Cai.- me dijo Auders en otro bostezo y refregándose mucho los ojos.

- No hay problema, no me voy a mover de acá. Ya podes ir a dormir. Enserio.- le comenté en un intento fallido de que se fuera. Yo seguía oculta detrás del arbusto con tan solo la bata y no quería por nada del mundo que me viera así.

Ya era bastante embarazoso el despertar a Cailea Salerno.

- No. Esta bien asi.- me replicó.

Bufé.

Dirigí mi vista hacia el bosque. Un escalofrío me recorrió la espalda. No había señales de Lei ni de los espectros.

Cailea llegó haciendo mucho ruido con sus pantuflas y envuelta en una bata floreada demasiado grande para ella.

- Vamos querida, no estas bien descansada.- me tomó suavemente del brazo, luego notó mi vestimenta.- Niña, no deberías estar así.

- Perdón, no quise molestarlos es que Lei pasó corriendo…-

- Ya te dije que ella estuvo conmigo hasta recién, fin del asunto.- su tono brusco me sorprendió. Me ardían las orejas.

No miré hacia arriba pues no quería enterarme de la expresión de Auders.

Llegué hasta mi cama y me tapé con las sábanas.

Cailea se detuvo a observarme y luego posó su mirada en las pastillas de calmantes sobre la mesita. Apenas diez centímetros los separaban del frasco de crema verdosa.

Me miró interrogándome con la mirada.

Tomó el frasco. No me gustó nada su expresión.

De alguna manera, sentí que el mundo se me caía encima.

Chica tonta jaja

sábado, 4 de diciembre de 2010

- Capitulo 11 - El perro.

No volví a abrir los ojos hasta el mediodía del día siguiente.

-Te traje el desayuno, hermosura.-

Mi amiga estaba bromeando nuevamente. Qué alegría me daba eso.

Le sonreí muy contenta de que estuviera junto a mí.

- Gracias, bombón.- le contesté en el mismo tono burlón.



Cuando íbamos a la primaria, la secretaría de la directora siempre nos hablaba de esa manera tan cariñosa. Recuerdo contener las risas con Leicia en las comunicaciones que nos venía a hacer a las clases, para luego salir riendo a carcajadas al recreo.



El almuerzo de hoy consistía en un simple puré de papas y calabaza. Lo mejor de todo: acompañado por un delicioso vaso de agua a temperatura ambiente.



- Voy a tener que decirle a Connor que no se te aparezca más o vas a terminar en…- señaló con el índice el techo.

- ¡No digas esas cosas, Lei! ¡Por dios!-

- Si, tenes razón. Qué suerte que estas vivita y coleando amiga.- me abrazo intentando no hacerme daño.- Te quiero mucho.-

La puerta se abrió.

Era Ocean. Extraño.

-Hola Sakin, recién me acabo de enterar que estabas acá.- dijo en tono de sentida disculpa. Eso me hacía sentir aún más incómoda.

-Eh…está todo bien, Ocean. No tenes que preocuparte por mi.- le dije. La chica se sentó suavemente en el borde de la cama, junto a mi brazo.- además- dije mirando de soslayo a Lei.- apenas nos conocimos ayer…-

- Si, pero lamento el seguir festejando mientras te cosían las heridas.- repuso intranquila. Miró al piso con odio.- Ese tonto de Connor no me dijo nada…-

Me dolió realmente que hubiese dicho aquello.

-No digas eso, Ocean. Él estaba ayudándome y no quería preocuparte. Menos arruinarte el cumpleaños.-

Se le aguaron un poco los ojos. Lo único que me faltaba era que se pusiera a llorar.

- Bueno ¿Estas mejor?- asentí.- Que cosa…ese perro no sé como entró…- lo dijo muy severamente.

¿Un perro? ¿Esa sería la versión que todos escucharon?

-Si, debe haber hecho un hueco en la tierra para pasar semejante muro.- acotó Lei.

No sabía si de verdad se creía esa versión o solo estaba ayudándome. Todavía no le había contado nada a nadie.

El celular de Ocean sonó e hizo vibrar toda la cama.

Se levantó despacio y atendió en la esquina del cuarto.

La seguimos con la mirada.

-Si, en un rato voy para el centro con los chicos. Está bien. Adiós.- cortó.- Era mi hermano, me voy en un rato al centro a terminar el festejo.-

- ¿A dónde van, a Soma?-

-Si, después nos volvemos con mi hermano que ya está allá.- se acercó y nos saludó con un beso en la mejilla.- Me voy yendo, después vuelvo para ver como seguís. Si necesitas algo avísame.-

-¡Espera!- Ocean y Lei me miraron expectantes.-Por favor, decile a tu hermano que me perdone por las cosas que le hice pasar. Era lo que menos quería.-

-Sakin, con mi hermano esta todo más que bien. Es por lo menos que deberías preocuparte ahora.- me guiño un ojo. Y salió por la puerta.

- Creo que con eso lo dijo todo ¿No?- mi amiga rio por lo bajo.

Me puse colorada como un tomate.

- Sakin, no quiero molestarte. En verdad, amiga.- se sentó junto a mi.- pero todavía no me contaste nada y ya ves la versión del cuento que se está escuchando.-

- Jamás me vas a creer…es muy extraño.- me miré las manos, no podía mirarla a los ojos. Si yo le contaba la verdad me creería una loca.

Pero quizá debería confiar en ella, después de todo era mi gran amiga.

- Sakin, somos amigas desde hace varios años. Aunque diga que viste un zombie te voy a creer.-

- De acuerdo…- suspire y puse los ojos en blanco.

“ Estaba caminando por el sendero, cuando tropecé con una roca que hizo que una ojota saliera despedida hacia lo profundo del bosque – Lei reprimió una risita – Fui a buscarla, la niebla comenzó a hacerse más densa que nunca, tanto que ya no veía mis pies. Empecé a tantear el suelo, me adentré tanto que cuando volví a mirar hacia el sendero, me di cuenta de que estaba completamente desorientada. Seguí buscando, y de repente…”

- ¿Qué pasó?- mi amiga estaba atónita.

La miré perdidamente. Ese sería el momento clave, creer que estoy loca o no.

Decidí continuar y arriesgar todo.

“Cuando de repente, de la niebla comenzó a formarse un espectro – Lei se llevó las manos a la boca pero luego me instó a continuar – tenía…una forma…una forma lobuna. Se fue formando de a poco. Pensé que iba a detenerse y deshacerse de un momento a otro pero no fue así.

“ Comenzó a perseguirme y yo a correr. Aunque tenía todo lo de un espectro, logró derribarme y sentí el peso de su pata. Lo último que recuerdo es que abrió horriblemente su hocico y luego me desmayé…”

Esperé a ver la desagradable reacción de mi oyente.

Lei seguía con una mano en la boca, pero ya no estaba sorprendida ni mucho menos. Estaba furiosa. Se levantó y me miró con un odio que me hizo temer por nuestra amistad.

- Lei te dije que no me ibas a creer.-

- - Si te creo, ya cállate.- no sabía qué era lo que podía estar pasándole por la cabeza pero de seguro no era nada grato. -Saki, ¿De qué tamaño era este lobo?-

- No sé, como una vaca o un poco más.- me desconcertó la pregunta. Ahora no sabía quién estaba más loca de las dos en esa habitación.

- Voy a revisar el sendero.-

- ¡NO!-

- Si, no te preocupes voy a ir con alguien.- y salió como un relámpago por la puerta.

Traté de levantarme pero todo me dolía demasiado.

Me toqué el estomago y lo sentí algo húmedo.

-Ay, no.- una herida se me había abierto y una manchita de sangre asomaba en mi remera.

Ahí íbamos otra vez, y yo sola…



Volví a despertarme en una oscuridad completa.

Me quedé mirando el techo un largo rato, sin mover un dedo siquiera. Si estaba manchada de sangre, no quería volverla a sentir.

Me sentía un poco fría en el sector de los puntos.

Escuché pasos.

- Saki, ya volví.-

Olvidé la sangre y traté de levantarme. Lei me lo impidió al instante.

-¡No seas tonta, no te muevas!- fue a prender una luz y cuando regresó se miró las manos.

-Ay, Sakin…- se me acercó rápidamente y me levantó la remera sin previo aviso. Me limpió la herida abierta con algodón y alcohol. Me sentí una niña siendo peinada por su madre.

-Lei, ya está más que limpia…- se detuvo y fue a lavarse las manos en el pequeño toilette.

-¿Qué fuiste a hacer?-

- Nada que quisieras saber.- Esa respuesta me chocó.

-Si estoy preguntando es porque me interesa. Siento que me incumbe.-

-No, mejor que no sea así. Olvidate.- se volvió a sentar en la cama mientras se limpiaba con otro algodoncito las manos.- Sakin, te conseguí un departamento en el centro…no quiero que te enojes pero si seguís acá…-

- ¿Pero por qué? ¿Por qué hiciste eso?- le grité, furiosa.

- No es seguro.-

- Ya estoy bien, fue un accidente.-

Lei negó con la cabeza.

-Vos… ¿Sabes algo?-

Volvió a negar.

Pero la conocía tanto que me di cuenta con mucha tristeza de que me estaba mintiendo.

Al mentir, a Leicia le temblaba el ojo derecho. Ese era su talón de Aquiles. Era un movimiento muy tan sutil que solo yo y sus padres lo podíamos detectar.

-Sé que me estas mintiendo, si me decís la verdad voy a entenderlo. Estoy segura.- casi le supliqué.

Seguía negando y seguía con su tic.

-Por favor, quiero saber qué fue lo que me pasó.- Lei levantó la mirada. Sabía que era mala para guardar un secreto durante mucho tiempo. Y menos conmigo. Si seguía insistiendo lograría mi objetivo.

- yo tampoco sé qué fue lo que te pasó exactamente, por algo te lo estaba preguntando antes.-

-Pero ¿Para que fuiste hasta el sendero?-

-Fuimos con Dabiel a ver el lugar, no había ni rastros del perro ese o lo que sea que te haya atacado.-

-No fue un perro, ya te lo dije.-

-Quién sabe…- miró hacia la ventana suspirando.

Luego se levantó, me cerró un poco la ventana y con una mano ya en la manija de la puerta me hizo un gesto de despedida.

Seguía muy confundida, así me había dejado.

¿Seguiría viviendo en la mansión después de recuperarme? ¿Cuánto tiempo me quedaba?

A pesar de todo lo ocurrido, la verdad es que ya le había tomado cariño a mi habitación.


NDA: vacacioneeees al fin! libree! :)

miércoles, 6 de octubre de 2010

Desenfoques

Capitulo 10

Abrí los ojos muy fatigosamente.


Sentí que me pesaban mil kilos.

Estaban muy húmedos, mi primer movimiento fue tocarme la cara que estaba bañada en un sudor frío.

Lo único que podía enfocar era un techo de color celeste tropical.

Tenía esa sensación de que en cualquier momento me volvería a desmayar. Intenté levantarme, pero una mano me lo impidió.

Miré con mucho esfuerzo hacia un lado.

Alguien me hablaba pero todo se escuchaba muy bajo. Sin embargo, mientras me hablaba el volumen fue subiendo.

-…porque ahora viene el médico a verte.- logré captar, era la voz de una chica.

“Estoy viva” vitoreé en mi cabeza.

Pero horribles escenas me atormentaron de repente. El espectro de ese lobo.

Me había dañado.

- ¿Estoy bien?- pregunté con la garganta muy seca.

Una pausa.

- Si, por suerte. Pero… ¿te podes acordar de algo?- otra pausa.- ¿Qué te pasó?- era la voz de Leicia. Sonaba preocupada. Como si le costará hablar.

- Si…- estaba por contarle lo que me había sucedido pero algo me hizo detener, era una completa locura.

- ¿Cómo…te hiciste eso?- preguntó tragando mucha saliva.

Con más sangre en la cabeza, me erguí y traté de enfocar mi cuerpo.

Lo primero que vi fue que estaba tapada por unas sabanas blancas, las levanté.

Me examiné de los pies hasta la cintura. Tenía algunos moretones, y muchos rasguños.

Me levanté una remera, allí estaba la prueba principal.

En mi abdomen, una mordida enorme se mostraba ante mí.

La sangre comenzó a irse de mis mejillas, pero no podía evitar seguir mirando esa herida casi mortal.

Ahora estaba cerrada con hilo negro. Miles de puntadas.

Eso no se me iría en trescientos años luz.

Todo se desenfocó nuevamente y sentí como caía sobre la almohada.

Cerré los ojos. Todo negro.

Voces.

Alguien me levantaba la cabeza.

Más oleadas de voces.

-…está bien, se volvió a desmayar… déjenla.-

Me sentía perdida en la nada, en una oscuridad total. No podía hablar y no sentía que respiraba.
- Sakin…- oí que me llamaban. Quería acudir pronto.

- Que…Que…- fue lo que me escuche decir.

Sentí como la sangre volvía a mí a una velocidad impresionante.

Otra vez el techo celeste.

Me volví a tocar la cara sudorosa. Noté el cable inyectado en mi mano.

Todo volvió a tomar color. Pero esta vez no me quise mover de ahí.

Me quedé quieta, pensando a diez mil por hora.

Estaba llena de pensamientos en mi cerebro. No podía atrapar ninguno por mucho tiempo.

Me había desmayado otra vez. Que débil era.

Una puerta se cerró. Volvió a chirriar al abrirse.

Un líquido amargo me despabiló.

Con las pocas fuerzas que tenía, enfoque a un hombre en delantal blanco que enroscaba un frasquito de medicina y me miraba muy atentamente a los ojos.

Más al fondo estaba Leicia, y para mi horror, la mismísima Cailea.

- Veamos como estas ahora.- dijo el doctor, sacó una pequeña linterna y me abrió muy grande los ojos.

- Por aquí todo bien, acá también.- dijo resuelto, se volvió hacia las otras mujeres y les comentó algo.

Las dos asentían demasiado.

Luego Leicia se acercó a mí, noté que Cailea seguía hablando con el doctor.

- Vas a tener que quedarte dos días por los menos.-

- ¿Acá?- casi le grité.

- Si, tonta. No estás para mucho movimiento.- puso una mano sobre mi pelo.- Tenes que decirme que fue lo que te pasó. Esas heridas son muy extrañas y están todos muy asustados.- me confesó.

- Luego…te cuento.- la miré con sorpresa, ella asintió.- pero primero contame como fue que me encontraron.-

- Bueno, Dabiel te encontró. Tenía que volver para arreglar los últimos detalles del ascensor.- se llevó una mano a la garganta.

- Y ahí estabas, rasgada y bañada en sangre.- los ojos me dieron vueltas al escuchar eso, ahí se acercaba el mareo y yo quería seguir atenta al relato. Hice todos mis esfuerzos.

- A mí fue a la primera que llamó al celular, fuimos todos corriendo en tu ayuda.- volvió a tragar.- Connor te levantó sin importarle mancharse de sangre, realmente lo admire.-dijo asintiendo en silencio con la cabeza.

Sonreí como pude.

- Es un buen chico. Se hizo lo que quedaba del recorrido y te trajimos a la enfermería donde el doctor te atendió lo más urgente que pudo. El doctor Companni hizo muy bien su trabajo.-

- ¿Qué pasó con Ocean y los demás?

- Bueno, Ocean no sabe nada. Y los demás tampoco, a excepción de…”alguien que nadie llamó para nada y que sin embargó se metió”.-

- ¿Estas hablando de ...?- ella asintió con la cabeza.

-Matt. Apareció con su amiguita, parecía que se querían ir de la fiesta cuanto antes y se encontraron con esa tierna escena.- sacó la lengua con sarcasmo.-Ojalá les hayas dado un buen susto, me encantaría ver a Matt sin dormir…je je se levantaría todo ojeroso, horrible…feo por una vez en su vida!- siguió soñando así, yo le sonreí y volví a fijar mi vista en el doctor que escribía unas notas.

- …Con los ojos rojos, no pondría poner su carita de ángel…- miré a Lei, y le puse una mano en el brazo.

- Lei, deja de fantasear. ¿Qué es lo que le esta diciendo?-

- Oh, ya olvidate. Tenes que hacer reposo.-se acercó a mí con una cara de tonta.- ¿Pero no sería genial que le sacaran fotos en ese deplorable estado? -

- Si, bueno. Y con una foto de mi en este estado como acompañamiento le daría un toque.-
Reímos.

Las horas fueron pasando, seguimos hablando mal de Matt. Cailea y el doctor ya se habían ido.

Me ordenaron reposo, unas cremas para los puntos, los moretones y los rasguños.

Cuando Lei se fue a cenar, me sentí muy sola. No tenía mis cosas, solo unas cuantas revistas y me sentía totalmente vacía.

Volví a levantar las sabanas para examinarme las piernas. Aún quedaban las marcas de las piedritas, ya empezaban a cicatrizar por suerte.



Así que Connor fue el que me había llevado hasta la enfermería. Que gesto tan grande.

¿Pero dónde estaría ahora? No lo vi en todo lo que quedaba del día.

Me incorporé. En la mesita de luz había un plato con comida. Pollo al horno con zanahorias cortadas en rebanadas.

Me devoré todo en un abrir y cerrar de ojos.

Seguía hambrienta. Era difícil saciar mi hambre a veces.

Me bajé de la cama. Sentí un dolor muy agudo en mi tórax. Me miré, estaba todo bien.

Todos debían estar cenando en el gran comedor. Me relamí y mi estomago crujió.

Abrí la puerta del pequeño cuarto y caminé unos pasos hacia afuera. El cuarto era un pequeño consultorio, el día anterior mientras recorría el pasillo con Matt me había preguntado qué sería esa puerta.

Mi respuesta no había llegado de la mejor manera.

Estaba en pijamas así que no me moleste en ponerme algo más encima.

Di unos pasos más por el pasillo, me dolía todo.

Las heridas me ardían un poco, pero nada podía ganarle al hambre que estaba sintiendo.

Mi estomago ante todo. n.ñ

Traté de arreglarme un poco el pelo en un espejo antiguo que había a mitad de pasillo.

No estaba tan mal, solo un poco pálida. Solo un poco.

Y unas ojeras. Y una boca reseca.

Pero nada más.

Cuando me toqué el pelo noté  la sangre que se había secado.

Me mareé un poco.

Me apoyé contra una pared, ya llegaba a las cocinas, le pediría a mis nuevas amigas si me daban un poco más de comida.

Finalmente ahí estaban las puertas de la cocina.

Abrí lentamente.

Todos levantaron la cabeza de sus labores. Esta vez las mujeres no estaban solas, también estaban los cocineros.

- Señorita, según me dijeron usted no puede levantarse de la cama.- me dijo preocupado un cocinero algo viejo.

- Tengo un poco de hambre, señor.-

- De acuerdo, ahora le llevo algo pero vuelva a acostarse.- miró a una de sus ayudantes- llevala Nora.- la mujer obedeció al instante y tomándome del brazo me llevó con mucho cuidado hasta el consultorio.

- ¿Qué fue lo que te pasó?-

- Oh, es una historia muy larga apuesto a que no tiene tiempo para escucharme.- llegamos a la pequeña puerta. Unos pasos nos hicieron detener cuando Nora ya tenía una mano en la manija.

Connor y Matt pasaron por el pasillo como un rayo.

-Entre, señorita.- me alentó la mujer con la puerta ya abierta y una mano en mi hombro.

Quería hablar con Connor, agradecerle todo lo que hizo. Por salvarme.

Di la vuelta y comencé a caminar por el pasillo con prisa, como podía.

Seguro habían ido a las cocinas también.

- ¡Señorita!- oí exclamar a la mujer. El mareo me hizo detener bruscamente.

- ¡Connor!- grité. No podía moverme más. Me tomé los costados, inclinándome extrañamente.

Punzadas me estaban carcomiendo el abdomen. El hambre quedó en el pasado.

Vi como Connor acudía a mi llamada. Mis ojos comenzaron a perder enfoque nuevamente.

El me sostuvo a tiempo. Me acomodó entre su cálido pecho, pude sentir su perfume tan delicado.

Su suéter azul y su estampado fue lo único que me mantuvo atenta.

-Sakin ¿Qué estás haciendo fuera de la cama?- me preguntó en un murmullo, rozándome la oreja con su cálido aliento.

No respondí, no quería hablar. Volvió a acomodarme, me tomó de la cintura arrastrándome un poco hasta el cuarto. Levanté un poco la cabeza, negándome a que me soltara. Estaba entre el sueño y la realidad, cuando vi salir detrás de una pared a Matt.

Se cruzó de brazos con su detestable humor de perros.

Sentí que me iba. No quería. Deseaba quedarme abrazada a Connor para siempre.

Mientras caminabamos de esa extraña manera hacia el cuarto, de a poco, noté con odio como Matt se burlaba de mí.

Y un destello, del mismo color que el espectro lobuno, cruzó por su maliciosa mirada.


NdA: perdon x la tardanza, la vida es complicada jajaj n.ñ''
pero den x seguro q no voy a abandonar el blog
Kisses

lunes, 2 de agosto de 2010

Oscuridad

Cap.9



El cumpleaños transcurrió normalmente como cualquier otro.

Hubo dos tortas, una de chocolate y nueces que al parecer había traído Connor, y otra Rogel enorme que le había regalado Cailea a Ocean, rodeada de las flores del jardín.

Matt estuvo la mayor parte del tiempo en una esquina un poco oscura, sentado en una silla reclinable de lona junto a su pálida acompañante.



Por fin estaba nadando en las cristalinas aguas. Lástima que lo hacía junto a otras veinte personas.

A pesar de que la piscina era muy grande, no se podía nadar libremente como yo quería.

Estuve menos de quince minutos. Salí justo en el momento cuando los amigos de Connor comenzaron a apuntar a la gente con sus pistolas de agua.

Eran de las enormes y tenían una presión poco común, lastimando al que apuntaban.

Leicia se quedó a jugar, pero eso no era para mí.

Fui a buscar mi pareo que “alguien” había descartado de la reposera donde estaba.

Miré aprensivamente a los chicos que estaban ahora sentados en ella, me lo puse con rapidez y decidí salirme de ese lío cuanto antes.



Me llevé por delante a varias personas, porque iban de acá para allá corriendo y gritando como los adolescentes revoltosos que eran la mayoría.

Me fui caminando a buen paso por el sendero.

De a poco, los gritos se fueron apagando, convirtiéndose en oleadas de murmullos.

El sol fue tapándose por las voluminosas copas de los árboles.

Había olvidado esa parte, pero ya estaba demasiado adentrada para volver atrás.

Unos cuantos metros más y vería la luz nuevamente.

Solo tenía que ser valiente por un rato.



Ya no escuchaba a la gente. El bosque se empezó a poner todavía más oscuro.

La verdad era que no recordaba haberme sentido así cuando venía con Leicia, tal vez porque me concentraba más en lo que me platicaba y también quizá porque íbamos quejándonos de los chicos inmaduros que teníamos por delante.

Vi con estremecimiento como una leve niebla se levantaba desde lo profundo.

Sentía escalofríos intensos, me abracé a mí misma y apuré el paso lo más que pude.

Seguramente me vería ridícula y paranoica desde otros ojos, pero así era yo.

Un revoloteo de alas me hizo saltar del susto.

Empecé a correr como una histérica.

Pero al hacerlo tropecé con una roca bastante grande que sobresalía de entre las pequeñas.

Vi con pavor como una de mis ojotas salía disparada por el aire y descendía en lo hondo del bosque.



Cerré los ojos fuertemente, me quité el pelo mojado de la cara mientras me levantaba.

No podría seguir el camino de esa manera o me lastimaría.

Con muchas ganas de llorar, me dirigí hacia mi nuevo objetivo.

Fui saltando hasta pasar el sendero y llegar al barro, para no clavarme las piedritas.

Cuando llegué me quité la otra ojota, y caminé por entre los abetos y pinos.

Varias palomas enormes, me observaban curiosas desde la altura.

Las miré con escrúpulo y me corrí lo más lejos que pude de ellas por una causa bastante obvia.

Esto me jugó en contra cuando bajé la mirada.

Me había desorientado.



Miré hacia el sendero, todo se veía igual.

Ya no sabía para qué lado quedaba la mansión ni en donde me había caído.

Si el sendero hubiese sido de barro y no de piedras, me podría haber fijado en mis pasos.

No quería arriesgarme a volver a la fiesta, no en ese estado. Con el pareo lleno de barro, los pies igual, y el pelo mojado hecho un desastre.



El ulular de las palomas, me sobresaltó y me hizo seguir caminando.

En algún momento aparecería mi calzado.

La niebla comenzó a hacerse más y más densa conforme avanzaba.

Noté con pavor que ya no vislumbraba mis pies. Me quedé ahí, viendo hacia donde tendrían que estar como una boba.



Así no iba a encontrar nada, así que fui palpando con mis pies.

En algún momento daría con ella.



Una oleada de niebla me sacudió. Miré hacia ambos lados. Nada.

Seguí caminando con las piernas temblorosas. El vello se me erizó en la nuca.

Mi respiración era lo único que oía además del ulular y el revoloteo de las aves.

Un ruido de hojas crujiendo me hizo estremecer aún más.

Volví a mirar a mí alrededor. Otro crujir.

Provenía de lo profundo.

Olvidé mi calzado y comencé a caminar hacia atrás aún escrutando lo hondo del follaje.

Nuevamente un crujir, más intenso que el anterior.

Con los ojos abiertos como grandes platos vidriosos vi como la niebla se revolvía allá al fondo, y algo parecido a un espectro salía de ella.



Sentí como mi cuerpo se daba la vuelta sin dejar que pensara por los menos un momento que era aquello que se seguía formando en la niebla.

Corrí hundiéndome varias veces en el lodo, volví a mirar atrás y ahí seguía ese espectro, sus ojos se habían formado.

Antes de llegar al sendero, volví a mirar y algo me hizo pensar que era un fantasma lobuno.

Corrí hasta la mitad del sendero, olvidando las piedras que me clavé a montones.

Caí sobre ellas, presa del pánico.

Me miré las manos, llenas de marcas y un poco de sangre.

De repente, sentí como se me ponía la piel de gallina.

Miré hacia el bosque. No había terminado conmigo. Allí estaba el fantasmal lobo y se dirigía hacia mí.

Estaba en una curva del camino, por lo que no pude divisar ni la piscina ni la mansión.

No sabía para donde correr. No había tiempo.

Ya estaba a unos metros de mí.

Estaba congelada.

No me podía mover.

Mi respiración se tornó violenta y no podía desviar la mirada de lo que sea que estuviese viendo.

El espectro giró dos veces sobre sí mismo, y de la niebla se formaron cuatro patas y una cola.

Me di cuenta de que yo estaba con la boca abierta en un intento de respirar más aire.

Mi corazón no daría para más.

La bestia se me acercó hasta quedarse bien frente a mí.

Observé con horror su transparencia. Eso no podía ser verdad, no podía estar pasándome.

Abrió sus fauces y vi sus fantasmales colmillos.

Sentí como si unos hilos invisibles me levantaran y me dejaran sobre las piedras, lista para correr.

Eso hice ni bien la información llegó a mi cerebro.

Sentí como la adrenalina me invadía y comencé a correr justo antes de que el lobo me arrebatara una pierna.



Ni bien lo esquivé, comencé a sentir el dolor en mis pies descalzos.

Miré hacia abajo, con lágrimas en los ojos pude darme cuenta de que me estaban sangrando.

El lobo largó un aullido, se estaba acercando.

En un nuevo intento de salvarme me desvié del sendero y comencé a correr por el barro.

Me dificultó también ya que estaba enlodado por la lluvia del día anterior.

Las lágrimas me caían a miles.

“¡Basta!” le grité.

Pero el espectro me seguía y en poco tiempo llegó hasta mi lado y con un zarpazo me tiró al barro violentamente.

No podía entender, si era un fantasma no me podría haber tocado así.

Intenté levantarme pero ya era tarde, tenía una pata enorme sobre mis caderas.

Volvió a aullar mostrando sus enormes colmillos que dirigió hacia mí.

“¡¡NOOOOO!!” atiné a gritar antes de sentir como la sangre se me iba del rostro.



NdA: O.O

domingo, 25 de julio de 2010

Ese extraño cumpleaños

cap 8






Nos trasladamos caminando a paso muy lento hacia el camino del bosque que conectaba con la piscina.

Nos habíamos puesto unos pareos blancos algo transparentes, así que estaba un poco cohibida.

Personas que recién llegaban, nos pasaron con algunas guirnaldas, globos y esos aerosoles que tiran nieve artificial.

Los miramos atentas todo el trayecto. Eran muy inmaduros para su edad, tendrían unos veinte o veinticinco años. No se alejaban mucho de nosotras.

Finalmente llegamos a la piscina donde estaba abarrotada de gente, al menos unas treinta personas.

Cerca de la cascada había unas parrillas donde las hamburguesas ya se estaban cocinando.

Nos sentamos en una reposera de plástico recién desocupada, y vimos que Ocean estaba sentada junto a Connor en otra no muy lejos de nosotras.

Los dos estaban conversando muy animadamente con otros chicos y chicas, sosteniendo unos tragos que no sabía de donde los habían sacado. Busqué con la mirada y encontré que del otro lado de la piscina habían armado una especie de bar con barra y todo.

Estaba adornado de un estilo muy tropical, con el techo de paja y el armazón de caña de bambú.

Los chicos que venían delante de nosotros se fueron acercando a la cumpleañera.

Vi que Connor les guiñaba un ojo y con mucho disimulo se alejaba de Ocean.

- Esos chicos van a hacerle algo.- le oí decir a Leicia.

Y en pocos segundos, la chica estaba bañada en nieve artificial y enrollada en guirnaldas y papelitos de colores.

Connor se unió a los chicos y como si fuera una muñequita de trapo la levantaron y la tiraron al agua.

Todos rieron a carcajadas, incluso nosotras.

Ocean también reía.

La estaban por ayudar a salir, cuando una ventisca la azotó haciendo que el agua sorprendentemente la levantará y la depositara sobre el borde de la pileta.

Todos inclusive la chica, se quedaron pasmados.

- ¿Qué pasó?- dijo la misma protagonista, algo aterrada.

- ¿Qué fue eso?-

Algunos no habían visto lo que pasó y se pusieron a preguntar.

Esa escena tan extraña dejó a casi todos en silencio.



Connor la levantó de un brazo, y la alejó del agua como si estuviera endemoniada.

Algunos se acercaron al lugar donde todo había ocurrido y sus caras habían cambiado del espanto al misterio. Otros hasta de maravillados.

Lei y yo también nos acercamos, el sector donde el agua se había levantado brillaba como si tuviera microscópicos diamantes de colores.

- No se preocupen, chicos. Es el limpiador automático que a veces se une a los focos del jacuzzi y hace que el agua se levante de esa manera.- explicó Cailea, a su lado estaba Dabiel asintiendo como un mojigato.

- Es cierto, lo siento Ocean debí haberlo revisado esta mañana.- se disculpó el chico algo apenado.

Todos se rieron de sí mismos por haberse espantado de semejante manera.

Miré a Lei que estaba muy pensativa, mirando un punto fijo en el horizonte como si fuera algo muy importante.

- ¿Qué te pasa, Lei? ¿Estás bien?- la chica me miró despabilándose de esos pensamientos y me envió una sonrisa para tranquilizarme.

- Sí, todo está bien. Vamos a pedir unas hamburguesas, muero de hambre.- nos levantamos, y allí fuimos.

Miré detrás nuestro y vi como nuestra reposera se ocupaba de gente.

Pedimos unas hamburguesas, las que cocinaban resultaron ser las ayudantes de chef que había visto el día anterior con Matt.

-Hola, señorita. ¿Cómo está?- me preguntó la que había visto revolver la sopa.

- ¡Bien, disfrutando! Muchas gracias por preguntar.- le sonreí, Leicia me miró algo extrañada de que conociera a esa mujer.

La señora se acercó un poco más a mí para hablarme más en privado.

- Gracias por lo de ayer, de parte de las chicas y yo.- me dijo en voz muy baja y sentida.

Se dio la vuelta para contemplar a sus compañeras que me regalaron unas reverencias con las cabezas.

- No, de nada…- dije tímidamente. Lei me miró como si le estuviese ocultando algo, la verdad era que no había tenido mucho tiempo con ella para contarle.

- No, enserio. Alguien tenía que poner a ese chico en su lugar.- dicho esto nos fue a preparar unas deliciosas hamburguesas con queso y aderezo casero.

Las devoramos como si nunca hubiésemos comido en nuestras vidas.

La gente seguía llegando, pero todavía quedaba muchísimo lugar.

Descubrí a Ocean abrazando a Connor.

El típico barullo desapareció casi repentinamente. Nos dimos vuelta para ver qué era lo que estaba pasando, y vimos salir del sendero del bosque a Matt acompañado de una mujer un poco más grande que él. Aparentaba unos treinta años fieros.

Ella tenía el pelo muy negro y lacio hasta la cintura, parecía salida de una propaganda de shampoo para la caspa. Sin caspa claro, y con mucho brillo. Casi sobrenatural.

Matt chasqueó la lengua al ver la reacción de la mayoría de las personas, que se le quedaban mirando embobadas.

Iba con las manos en los bolsillos, vestido igual que hoy a la mañana con traje de vestir gris oscuro y su compañera, con un vestido fabuloso de cuadrillé rojo, iba tomada de su brazo.

El barullo volvió a florecer como por arte de magia y todos volvieron a lo suyo.

Vi que Matt llegaba hasta donde estaban Connor y Ocean. Los muchachos se volvieron a saludar con los puños y luego Matt estaba a punto de abrazar a Ocean cuando la vio toda llena de nieve y empapada y se alejó un poco rehusándose a saludarla así.

Otra vez para mi asombro, la chica sonrió y le tiro un poco de papelitos abollados lo cual hizo que Matt le sacara la lengua tan infantilmente.

- Me desconcierta verlo así.- le confesé a mi compañera que ahora iba por su segunda hamburguesa.

- A mí también, debe ser bipolar.- me contestó entre masticadas.- Vamos con Connor o me voy a comer todas las hamburguesas que me den.-

Sin poder negarme, vi para mi horror como mi amiga se dirigía rápidamente hacia el muchacho. Vi con alivio que Matt ya estaba en el bar, en la otra punta con su acompañante.

No me podía quedar ahí como una tonta, así que la seguí muy a mi pesar.

Tendría que saludar a Ocean y no tenía ganas. Connor nos vio y sonrió tiernamente.

- ¡Hola!- lo saludó mi amiga, y se abrazaron del mismo modo cariñoso que el otro día. Ocean no se puso celosa para nada, eso me sorprendió.

A mí me habría salido humo de las orejas.

- Ella es mi amiga Sakin, viene desde La Cumbre cerca de Kensinvania.- le explicó a la quinceañera.

- Hola.- la saludé secamente. Miré de soslayo a Connor que estaba expectante y me miraba muy feliz.

- Sakin, ella es Ocean.- asentí sin ganas.- Es la hermana menor de Connor.-

Esa aclaración me sacó de mis pensamientos.

Abrí los ojos como platos y esta vez la volví a mirar de otra manera.

Me salió una reverencia de la nada y me acerqué a darle un beso en la mejilla.

La tomé muy fuerte de la mano y le dije casi en un grito “¡Feliz cumpleaños, Ocean!”.

Ella frunció un poco el ceño al ver mi cambio de actitud tan repentino.

En eso me acordé del término “bipolar” con el que mi amiga había descripto perfectamente a Matt.

No podía creer que me pareciera a él en eso…


Nda: sus comentarios inspiran, besos!
; P

martes, 13 de julio de 2010

La piscina, punto focal. (Cap.7)

A eso de las diez de la mañana, mi amiga y yo estábamos tomando sol cómodamente reclinadas en unas reposeras de cuero blanco acolchonado, y gruesas patas de acero galvanizado.

El día se había vuelto perfecto, la brisa fresca que provenía del norte nos acariciaba al igual que a los arboles.

Esa brisa también nos regalaba el aroma de los pinos que rozaba.

- ¿Esto vivís todos los días?- le pregunté maravillada.

- Así es, es una lástima que se termine tan pronto…- y con una mano tapando sus ojos de los reflejos del sol, noté que observaba a unos chicos que venían caminando a nuestra derecha.

Eran varios chicos, entre ellos divisé a Connor que iba tomado de la mano de una chica de unos 15 o 16 años. Esta iba en un bikini un poco pequeño, su cara era muy gordita a pesar de que su cuerpo era bastante delgado. Su cabello rubio hasta la cintura ondeaba con el viento.

Ella debía ser Ocean.

Venían cargados con canastas de picnic, sombrillas, un reproductor de cd’s y bolsitos. Seguramente esperaban pasar todo el fin de semana en la mansión.

Cuando estaban a unos metros de nosotras, nos saludaron con la mano. Le respondimos algo sin ganas. Había como una tensión, una sensación de invasión no sé exactamente por qué, si no era mi casa y menos la de Leicia.

- Me voy a poner la malla.- dijo resuelta Lei. Se levantó algo ofuscada, y se detuvo a esperarme.

- No tengo una linda malla, Lei. Yo me voy a quedar un ratito más acá y después voy a subir para buscar algún empleo en el diario.- Lei me miró algo asombrada pero se resignó muy rápido.

- Si queres te presto uno, vos avísame.- y entró a la casa. La seguí con la mirada hasta que desapareció en una esquina, me quedé ahí viendo la nada en esa posición tan incómoda.

No era de mostrar tanto el cuerpo, y mi bikini no era de lo mejor, ya estaba algo gastado.

En La Cumbre no necesitaba de ninguna malla, simplemente nos tirábamos como estábamos.

Teníamos ese rio de 20 metros de ancho y varios kilómetros de largo que nos tentaba a tirarnos con lo que tuviéramos antes de pensar en alguna malla.

Había un lugar especial frente a la pequeña playita donde había muchas ollas o ollones, como los llamábamos a esas circunferencias profundas y libres de rocas que se podían apreciar al nadar.

Eran geniales,como pequeñas piletas pero algo peligrosas, había que tener cuidado siempre.

Luego, unos cuantos metros en contra del río se podían hallar ollas más grandes (y más peligrosas) llenas de pejerreyes.

Con mis primos atrapábamos langostas y saltamontes que había a montones, sobre todo alrededor de las zarzamoras que crecían por todo el lugar y el bosque.

Las agarrábamos con redes y luego las introducíamos en botellas, que más tarde trasnportabamos a ese tranquilo lugar para usarlas de carnada. Nos sentábamos sobre las rocas color hueso y ahí podíamos permanecer largo rato en silencio y en compañía de los sonidos del agua y los animales a nuestro alrededor.

Varias veces las ovejas y las cabras se nos acercaban en busca de alimento, ya que nos encantaba despertarnos y regalarles las sobras del desayuno.

Volviendo a la realidad, vi pasar muy furioso a Matt para luego perderse por el pasillo. Lo seguía Auders, muy agitado.

Esto no se veía nada bien, ese chico realmente afectaba la mansión con sus violentas emociones.

Escuché unos taconazos, y rápidamente me di la vuelta fijando mi vista en algunas personas que se dirigían al bosque camino a la piscina.

Cailea se detuvo a mi lado, se puso unos enormes anteojos de sol redondos color café y se puso a contemplar a la gente que llegaba.

- Este chico me va a sacar de mis casillas…- murmuró para si. Luego me miró.- ¿No vas con ellos? Allí veo a Connor ¿Por qué no te pones la malla y vas a disfrutar con él?-

- Muchas gracias, Sra. Salerno pero hoy decidí quedarme en mi habitación para observar la sección de empleos.- Cailea bufó.

- Por favor, niña. Eres muy joven, primero disfruta de este hermoso día y recién cuando llegue la semana ponete a buscar.- me sorprendió que me dijera eso.

- E-Esta bien.- le conteste sin pensar.

- Así me gusta, me voy a la cancha de tenis. Después vengan a jugar un poco con Lei. ¡No se amarguen! - dicho esto fue al encuentro de un hombre vestido de negro con el pelo algo largo peinado hacia atrás. Sus ojos oscuros eran muy redondos y pequeños. Casi me hicieron reir de tanta simpatía que destilaban.

“¡Jim!” escuché que le gritaba emocionada Cailea. Se abrazaron y luego siguieron a otras nuevas personas que se dirigían hacia otro bosquecito donde se encontrarían las canchas de tenis.

Los vi alejarse, conversando muy animadamente hasta que decidí ir hasta la habitación de Lei para pedirle prestado un traje de baño.

Saqué la tarjeta muy doblada de uno de mis bolsillos y traté de decifrar el mapita que me había dibujado.

Llegué no sé como a un tercer hall, más pequeño que el principal, con unas escaleras de marmól gris también más pequeñas. Las subí, y busqué su habitación.

No me fue muy difícil encontrarla porque en una gran puerta de metal que parecía una fortaleza, estaba escrito su nombre con el mismo material.

Toqué la puerta unas dos veces, se escucharon unos pasitos que llegaron hasta la puerta.



Me abrió unos segundos después. Su habitación no era tan grande como la mía, parecía no tener tema y las paredes eran de un color gris muy claro con detalles de los zócalos en blanco. En el fondo estaba una gran ventana de madera y persianas de madera con unas gran cortinas blancas flameando fuera. Debajo de la ventana estaba su revuelta cama, llena de ropa por todos lados.

Una pequeña biblioteca junto a un escritorio muy desordenado con una computadora pantalla plana y un gran armario de madera desvencijada y lleno de posters de bandas que no conocía.

Ya estaba en una bikini roja con pintitas blancas. Me hizo pasar muy acaloradamente.



-Perdoname que no te abrí más aprisa, es que hay un chico que me molesta a cada hora y tuve que fijarme en el mirador.- me explicó algo avergonzada.

-¿Enserio, lo conozco?- .

- No, por suerte. Se llama Jude, y debe tener unos treinta años largos.- se ruborizó de golpe.

-Pero…¿Cómo es eso que te persigue?-

-Bueno, no puedo decir que no me guste el hombre porque es muy hermoso, pero es su actitud algo pesada la que me hace sentir incomoda.- la miré fijo, todavía no me había respondido la pregunta.- No sé, me manda muchos regalos, me llama a la puerta y a todos mis números varias veces al día. No me molestaría si lo hiciera moderadamente.-

Se fue a acomodar el corpiño de la bikini en un gran espejo de madera ovalado. Luego se detuvo y me miró por el espejo algo contrariada.

- Creo que lo amo, Saki…- me confesó de repente. Se ruborizó a un más y se llevó las manos para ocultar las mejillas.- Pero no quiero meterme con ningún chico de acá, y menos modelo.- continuó acomodándose el corpiño.

- ¿Pero por qué? Debe ser hermoso sentirse amada, y además por lo que veo el hombre te volvió loquita.-

- Si…pero sé como son los modelos, son todos muy jodidos. No me quiero involucrar, y no quiero ni pensar en lo que diría Cai.-

- Tonta, Cailea te quiere muchísimo. Además es una muy buena persona y no sé qué tiene que ver ella en todo esto, pero va a aceptar la relación.-

Leicia terminó de acomodarse el traje, y dejó caer sus brazos a ambos lados como si estuvieran muertos.

Se dio vuelta para mirarme algo aterrada, un leve sudor recorría su frente.

- Tiene que ver, y mucho. Él fue su pareja hace varios años.- se quedó así esperando mi reacción.

- ¿Qué?- me quedé shockeada.

- Cuando él empezó muy de jovencito, y ella todavía era algo joven se vino a vivir acá como la mayoría de los modelos de la agencia. Luego, pelearon no sé por qué razón, pero Cailea lo terminó echando.-

- ¿Y cómo es que te toca la puerta si no vive más acá?-

- Hace algunos meses se arreglaron, y quedaron como viejos amigos. El puede entrar cuando quiere pero no puede volver a vivir acá.-

- Entiendo ¿Y él sigue trabajando como modelo?-

- Si, trabaja con nosotros en nuestra agencia. Ya no modela tanto porque ahora es otro de los encargados de conseguir nuevos modelos.-

De afuera comenzaron a escucharse gritos alegres de personas, nos acercamos a chusmear por la ventana y vimos que nuestras reposeras ya no estaban y varios jóvenes se la estaban llevando camino a la piscina.

- Hoy va a estar más lleno que nunca.- me aseguró mientras me daba un traje de baño color azul marino.

- ¿Por qué?-

- Es el cumpleaños de Ocean.- dijo tomando un bronceador de la cama y dirigiéndose a la salida.

- Ah si, la oí nombrar ayer.- no quise adentrar más en el tema y la seguí hasta la puerta, suponiendo que era la pareja de Connor.

Por alguna razón quería evitarme una desilusión

Nota de la autora: perdón si no publique durante un tiempo, es que la facultad me tenia bastante ocupada  U_U
Aqui esta el cap 7
y auun hay maaas ja ja
gracias por seguirme
besos!
^_^

martes, 5 de enero de 2010

Cereales y broncas

(Cap.6)

La cena transcurrió tranquilamente y con muchos momentos de risas.
Se había servido camarones de entrada, con unas exquisitas salsas suaves, y cerdo bien rosado con una salsa agridulce color caramelo como plato principal. También se sirvieron variadas ensaladas, yo escogí una sencilla de lechuga y tomate al igual que Leicia, Cailea había escogido una ensalada césar y Connor una de arvejas con crema blanca y nuez moscada.
A pesar del ambiente tan extravagante, me sentí muy cómoda y gracias al vino me pude soltar un poco más.

Lei y Connor eran muy compinches. El muchacho era parecido a ella en el sentido de que podía reírse de casi cualquier cosa y su bella sonrisa encantaba a todos.
Varias veces me encontré contemplándolo en sus momentos más felices, y por algún motivo sentí que si lo tocaba me transmitiría su felicidad multiplicada.
Deseé poder hacer esto durante toda la noche, pero no me animé. Cuando quise acordar, ya era el momento del postre, un tiramisú con muy buena pinta.
- Ah, entonces allá pueden apreciar los cerros bastante de cerca ¿no? - quería confirmar Cailea. Habíamos estado hablando toda la noche del lugar donde vivía, y mi descripción del paisaje le había interesado bastante.
- Si, los cerros nos dan una hermosa vista. Por las mañanas el sol les da un brillo espectacular, digno de un cuento de hadas.- eso era muy cierto, era precioso observar ese instante en que el sol nacía cada mañana por detrás de las sierras y hacía brillar donde tocara.
Capté que Connor también estaba muy interesado.
-Me encantaría llevar mi equipo de producción a Kensinvania, para algunas fotografías.- se quedó pensando muy enserio la mujer, con un puño soportando el peso de su mentón.
- Podría arreglar un equipo para cuando quieras, aunque es un poco difícil llegar hasta La Cumbre luego de Kensinvania ya que el camino se transforma en un camino de tierra muy primitivo.- aportó Leicia que aún recordaba lo difícil que era llegar desde la estación.
-Conseguiremos unos buenos autos, o lo que sea, por eso no hay problema.- dijo muy decidida la mujer.
- El camino debe ponerse difícil por todo lo lindo que describiste antes.- afirmó Connor, algo soñador y volviéndome a sonreir.
-S-si… para llegar ese lugar tan hermoso uno tiene que esforzarce.-
- Leicia, anota eso en mi agenda para el lunes. Quiero pensar esta idea tan fresca.- le ordenó Cailea pasando los dedos por las sienes.
-De acuerdo, Cai.- le contestó Lei, quién sacó su palm y anotó todo muy rápidamente.
Al terminar el postre tan delicioso, se nos sirvió café en pequeñísimas y muy delicadas tacitas con grabados japoneses en verde.

- Todo estuvo muy rico como siempre, Cai.- dijo Connor incorporándose. Se acercó hasta ella y le dio un muy tierno beso en la mejilla.
- Te espero mañana, y a Ocean también.- Connor asintió. Se acercó hasta mi, me beso en la mejilla y casi me sentí desmayar.
Luego la besó a Lei y le dio un abrazo bastante cariñoso. Salió por el pasillo saludándonos muy enérgicamente con la mano. Le respondimos el saludo.
Los sirvientes retiraron las tacitas, y Cailea se levantó algo pesadamente.
- ¡Como comí!- dijo algo acalorada.- Me retiro, chicas. Espero que les haya encantado la cena tanto como a mi.- asentimos velozmente.- adiós, queridas nos veremos mañana.-

Nos saludamos con un beso en las mejillas y luego mi amiga y yo nos separamos de ella, hasta llegar a las escaleras.
Lei me acompañó hasta la habitación. Mientras me cambiaba y ella revisaba su palm, me comentó algo que me dio un poco de miedo.
- Quiero que sepas, que mañana sábado esto no va a ser el lugar tan tranquilo que conociste por los menos hasta el domingo.- lo dijo todo rápidamente y casi arrastrando las palabras. Terminé de ponerme el camisón de algodón gris y la miré con una ceja levantada.
- ¿Qué me estas queriendo decir?- le dije algo extrañada. Me acerqué hasta el borde de la cama donde se encontraba y me senté frente a frente. Se rió algo nerviosa.
- En esta casa es así todos los fines de semana.- me comenzó a explicar.
- ¿Así cómo?-
- Bueno, se llena de los amigos, socios y futuros socios de Cai. También están siempre invitados los chicos de la agencia de modelos que manejamos, más los amigos que ellos quieran traer. Pero por supuesto que no entra cualquiera sin una larga presentación de vida.- sonrió sarcásticamente.
- Entiendo, esta bien que me hayas informado. De todos modos, aunque la idea no me guste para nada porque ya me conoces – asintió.- tengo que atenerme a las reglas de la mansión, ya que soy solo una huésped.-
- Qué madura estas.- me dijo casi sin creerlo.

Nos volvimos a abrazar, y luego se dirigió a las escaleras de piedra.
- El desayuno es a las nueve. Cualquier cosa, sobre la mesita de luz te dejé una tarjeta donde escribí cuál es y cómo llegar hasta mi cuarto.- me dí vuelta para observar una tarjeta de anotador llena de tinta azul.
- También esta mi número de cuarto, el de mi palm y mi localizador.- la miré estupefacta.

Largo una carcajada al ver mi cara y luego bajó las escaleras, la seguí con la mirada hasta que desapareció por la puerta de madera y todo quedó en completo silencio como a mí me gustaba.
El día de mañana sería algo que afrontar ya que seguramente habría mucho ruido y movimiento.
Salté sobre la cama y me aferré de algunos de los tantos almohadones que estaban a mí alrededor.
Me quedé mirando el cielo razzo, todavía la lluvia golpeteaba las ventanas. Estaba muy cómoda y el clima era perfecto.
Sin taparme siquiera, me quedé profundamente dormida en esa posición.

Al día siguiente, desperté por el calor. Me incorporé en la mitad de la cama, y me limpié el sudor que me recorría hasta el pecho.
Busqué el vaso de agua sobre mi mesita de luz, y mientras lo agarraba leí la hora en el reloj antiguo.
-Las ocho…- susurré con la boca algo seca, me bajé el agua del vaso de un sorbo. Me fijé si había más en la jarra, pero recordé que ayer la habíamos acabado entre Leicia y yo.
Algo a regañadientes, me puse unas pantuflas blancas simples y me dirigí hasta la salida.
Todo estaba muy quieto.
Pasando por las puertas y ventanas del pasillo, capté los sonidos de los pájaros en el jardín.
Bajé las escaleras con cuidado, ya que estaba media dormida y no quería matarme.
Caminé bastante hasta llegar a las cocinas que Matt me había enseñado el día anterior.
No me encontré ni vi a absolutamente a nadie durante el camino.
Cuando abrí la puerta, la cocina estaba desierta. Fui hasta una heladera, y tomé una botella de agua mineral pequeña.

La bebí desesperada, el calor se sentía ahora aún más.
Aunque estaba vestida solo con ese camisón tan finito, el sudor continuaba en mi pecho y en la frente sobre todo.
Debía hacer 25 grados o más.

En La cumbre teníamos temperaturas bastantes dispares e impredecibles.
En un mismo día podía ponerse violentamente lluvioso, luego salir el sol y despejar todo en cuestión de minutos.
En el día la temperatura podía variar de 18 a 29 grados, pero cuando caía la noche variaba de 16 a 10 grados. Algo completamente sorprendente.
Ni hablar si llovía torrencialmente como ayer a la noche, el puente que nos conectaba con el pueblo más grande y cercano, podía ser tapado por el rió que venía de las montañas y aprisionarnos allí.
En invierno nevaba y las casas quedaban cubiertas por la escarcha como si fueran de azúcar y mazapán. Ya comenzaba a extrañar mi hogar…

Aún tenía algo de sed. Así que tomé otra botellita y salí al jardín.
El sol estaba más brillante que nunca y el césped muy verde.
Sería un día genial para nadar en la alberca.
Pasee por el gran jardín, observando detalladamente las flores.
En un sector se erguían unas hermosas amapolas rojas, que se bamboleaban con el viento.
Ojala tuviera una cámara fotográfica para capturar ese bello momento.
Escuche el sonido de unas persianas que se abrían detrás mío.
No voltee, y salí casi disparada al interior de la mansión.
Volví a recorrer los pasillos y subir las escaleras hasta llegar a mi habitación.
Abrí las ventanas aún con gotas de lluvia y luego me senté junto a la mesita de luz. Tomé la tarjeta con el número telefónico y llamé.
-¿Hola?-
-Lei ¿Me acompañas a desayunar?-
-Hola hermosa, claro. Encontrémonos en el comedor en quince minutos.-
- Nos vemos ahí, adiós.-
-Adiós.-
Colgué y fui hasta donde estaba mi gran bolso aún sin deshacer.

Me vestí con una remera de manga corta blanca con rayas negras, y escote en v; un jean Oxford y las mismas zapatillas de hebillas doradas.
Bajé hasta llegar al comedor, donde para mi sorpresa estaban a la mesa Matt junto a otro señor de unos 40 años conversando en voz muy baja. El hombre tenía unos labios muy finos, los ojos marrones, nariz amplia, orejas pequeñas, con la tez algo bronceada y estaba vestido de traje gris oscuro. Debajo tenía una camisa blanca desabotonada por el calor.
En el centro estaban desayunando cereales (los típicos para niños) dos chicos muy apuestos que no tendrían más años que Connor.
Los dos estaban vestidos de verano, con remeras blancas y pantalones y bermudas también blancos.

Uno era de pelo corto rubio, algo despeinado con ojos claros y labios carmesí. Sus mejillas tenían un suave rubor que sobre su piel pálida, lo hacía parecer un muñeco de porcelana.
Sus cejas, algo más oscuras que su pelo, estaban medianamente pobladas. Sus brazos eran delgados pero bastante musculosos.

El otro muchacho parecía unos años más joven, de aspecto mojigato, con el pelo castaño claro corto con puntas puntiagudas que apuntaban a todos lados.
Aunque estaba sentado, pude notar que era algo petiso. De orejas medianas, anteojos redondos que cubrían sus ojos celeste tropical y con un poco de barba rubia estilo candado que llegaba hasta sus patillas.

Me quedé parada frente a la mesa durante unos segundos, hasta que por suerte, sentí el abrazo de mi amiga.
- ¡Sakin, realmente estas acá! ¡No era un sueño!- exclamó llamando la atención de los presentes. Los muchachos apartaron las cajas de cereales de colores para poder observarnos mejor.
- Hola, Lei.- dijeron casi al unísono los muchachos.
- ¡Hola chicos!- luego me soltó y miró a los otros dos hombres. – Hola Auders.- ignorando completamente a Matt.
- Hola, preciosa.- le respondió el hombre sonriendo ampliamente hasta formar unas arrugitas alrededor de sus ojos. Pero no dijo nada sobre su opción por no saludar a Matt, que no prestó la menor atención. Los tres debían estar acostumbrados.
- Sentemosnos acá, frente a estos chicos de porcelana.- bromeó mi amiga.
- Ya basta.- dijo el rubio sonrojándose, su compañero se rió también un poco avergonzado.
- Es cierto, Hyden. Sos hermoso. Aceptalo.- le siguió bromeando con la clara intención de hacerlo sonrojar aún más. Lo cual logró.- ¿O no, Sakin?- largó una escandalosa carcajada que fue acompañada por mi nerviosa risa.
- No nos presentaste a tu amiga, Lei.- le recordó el chico de anteojos.
- En eso estaba. Ella es Sakin, mi amiga del campo.- me señaló, luego se dirigió a mi.- el rubio precioso que tenes en frente, es mi querido amigo Hyden.- el chico levantó la mano como diciendo “presente” y después continuó devorando sus cereales.- el otro chico precioso que esta a su lado es Dabiel, es nuestro cyber-ñoño personal.- y los cuatro volvimos a reir.
- No soy ñoño, me especializo en la electrónica y además de ser modelo, soy el que controla que la tecnología de toda la casa funcione. Tengo un cuarto especial para eso en el segundo piso.- me aclaró emocionado de contar su importante trabajo. Me sorprendió ya que no esperaba que un modelo tuviera ese cerebro, ya que el rumor mundial lo niega todo.

Lei se quedó mirando a los dos hombres que conversaban muy reservadamente en la punta, luego se volvió a los chicos mientras yo me servía cereal.
- ¿De qué hablan?- preguntó con el ceño muy fruncido.
Hyden tragó, y se dispuso a hablar:
- Por lo poco que pudimos escuchar, parece que hubo un problema con la campaña de perfume que iba a llevar su imagen.-
Lei chasqueó la lengua.
- Por suerte yo de ese chico ya no me encargó más, es un demonio. Pero pobre Auders que tuvo que hacerse cargo por orden de Cai.- se sirvió té verde a la vez que negaba con la cabeza.
- Hola mis queridos.- la voz ronca de Cailea nos hizo girar a todos. Hoy estaba vestida con un vestido simple blanco. - ¡Que hermoso día de verano!- gritó como liberándose. Todos menos Matt, asentimos.
- Cai ¿Ya desayunaste?- le pregunto Lei.
- No, ya se hizo tarde para eso querida. Voy a esperar para almorzar en el jardín.- su mirada nos recorrió hasta llegar a Matt que la miró muy seriamente.
- Matt, mi muñequito, tengo una propuesta muy fuerte para vos.- hizo una pausa en la que ella y todos los demás lo miramos, pues su rostro denotaba enojo.
- No te enojes conmigo, Matthew…tuve que hacerlo…lo que te tengo es mucho más grande y además vas a…- pero no pudo terminar su frase porque el muchacho se levantó con furia. Si hubiese sido un dragón, hubiese largado fuego quemándonos a todos. Su ira era muy notable.
Salió a su tradicional paso pasando por Cailea con una respiración bastante agitada.
-Uh…va a explotar.- dijo en voz baja Dabiel. Todos incluso Cailea nos habíamos quedado congelados por su reacción.
- Cai, dejalo…- le aconsejó Auders, se dirigió hacia ella y con mucha delicadeza la tomó de un brazo y salieron por la misma puerta por donde Matt había salido.
- ¿Qué fue todo eso?- preguntó muy extrañado Hyden con la cuchara llena de cereal congelada hace 10 minutos por la escena.
Todos miramos a Lei.
-¿Todavía no lo entendes, verdad? Me lo acabas de decir.-
-Oh…- exclamó entonces Dabiel, había algo que me estaba perdiendo al igual que Hyden.
-Cailea fue la que lo sacó de la campaña.- concluyó cruzándose de brazos.
Ambos chicos, incluida yo, miramos ahora estupefactos la puerta negra por donde los demás habían salido…


ya es 2010!! y empezaron las vacacioneees viva vivaaa
n.n