miércoles, 6 de octubre de 2010

Desenfoques

Capitulo 10

Abrí los ojos muy fatigosamente.


Sentí que me pesaban mil kilos.

Estaban muy húmedos, mi primer movimiento fue tocarme la cara que estaba bañada en un sudor frío.

Lo único que podía enfocar era un techo de color celeste tropical.

Tenía esa sensación de que en cualquier momento me volvería a desmayar. Intenté levantarme, pero una mano me lo impidió.

Miré con mucho esfuerzo hacia un lado.

Alguien me hablaba pero todo se escuchaba muy bajo. Sin embargo, mientras me hablaba el volumen fue subiendo.

-…porque ahora viene el médico a verte.- logré captar, era la voz de una chica.

“Estoy viva” vitoreé en mi cabeza.

Pero horribles escenas me atormentaron de repente. El espectro de ese lobo.

Me había dañado.

- ¿Estoy bien?- pregunté con la garganta muy seca.

Una pausa.

- Si, por suerte. Pero… ¿te podes acordar de algo?- otra pausa.- ¿Qué te pasó?- era la voz de Leicia. Sonaba preocupada. Como si le costará hablar.

- Si…- estaba por contarle lo que me había sucedido pero algo me hizo detener, era una completa locura.

- ¿Cómo…te hiciste eso?- preguntó tragando mucha saliva.

Con más sangre en la cabeza, me erguí y traté de enfocar mi cuerpo.

Lo primero que vi fue que estaba tapada por unas sabanas blancas, las levanté.

Me examiné de los pies hasta la cintura. Tenía algunos moretones, y muchos rasguños.

Me levanté una remera, allí estaba la prueba principal.

En mi abdomen, una mordida enorme se mostraba ante mí.

La sangre comenzó a irse de mis mejillas, pero no podía evitar seguir mirando esa herida casi mortal.

Ahora estaba cerrada con hilo negro. Miles de puntadas.

Eso no se me iría en trescientos años luz.

Todo se desenfocó nuevamente y sentí como caía sobre la almohada.

Cerré los ojos. Todo negro.

Voces.

Alguien me levantaba la cabeza.

Más oleadas de voces.

-…está bien, se volvió a desmayar… déjenla.-

Me sentía perdida en la nada, en una oscuridad total. No podía hablar y no sentía que respiraba.
- Sakin…- oí que me llamaban. Quería acudir pronto.

- Que…Que…- fue lo que me escuche decir.

Sentí como la sangre volvía a mí a una velocidad impresionante.

Otra vez el techo celeste.

Me volví a tocar la cara sudorosa. Noté el cable inyectado en mi mano.

Todo volvió a tomar color. Pero esta vez no me quise mover de ahí.

Me quedé quieta, pensando a diez mil por hora.

Estaba llena de pensamientos en mi cerebro. No podía atrapar ninguno por mucho tiempo.

Me había desmayado otra vez. Que débil era.

Una puerta se cerró. Volvió a chirriar al abrirse.

Un líquido amargo me despabiló.

Con las pocas fuerzas que tenía, enfoque a un hombre en delantal blanco que enroscaba un frasquito de medicina y me miraba muy atentamente a los ojos.

Más al fondo estaba Leicia, y para mi horror, la mismísima Cailea.

- Veamos como estas ahora.- dijo el doctor, sacó una pequeña linterna y me abrió muy grande los ojos.

- Por aquí todo bien, acá también.- dijo resuelto, se volvió hacia las otras mujeres y les comentó algo.

Las dos asentían demasiado.

Luego Leicia se acercó a mí, noté que Cailea seguía hablando con el doctor.

- Vas a tener que quedarte dos días por los menos.-

- ¿Acá?- casi le grité.

- Si, tonta. No estás para mucho movimiento.- puso una mano sobre mi pelo.- Tenes que decirme que fue lo que te pasó. Esas heridas son muy extrañas y están todos muy asustados.- me confesó.

- Luego…te cuento.- la miré con sorpresa, ella asintió.- pero primero contame como fue que me encontraron.-

- Bueno, Dabiel te encontró. Tenía que volver para arreglar los últimos detalles del ascensor.- se llevó una mano a la garganta.

- Y ahí estabas, rasgada y bañada en sangre.- los ojos me dieron vueltas al escuchar eso, ahí se acercaba el mareo y yo quería seguir atenta al relato. Hice todos mis esfuerzos.

- A mí fue a la primera que llamó al celular, fuimos todos corriendo en tu ayuda.- volvió a tragar.- Connor te levantó sin importarle mancharse de sangre, realmente lo admire.-dijo asintiendo en silencio con la cabeza.

Sonreí como pude.

- Es un buen chico. Se hizo lo que quedaba del recorrido y te trajimos a la enfermería donde el doctor te atendió lo más urgente que pudo. El doctor Companni hizo muy bien su trabajo.-

- ¿Qué pasó con Ocean y los demás?

- Bueno, Ocean no sabe nada. Y los demás tampoco, a excepción de…”alguien que nadie llamó para nada y que sin embargó se metió”.-

- ¿Estas hablando de ...?- ella asintió con la cabeza.

-Matt. Apareció con su amiguita, parecía que se querían ir de la fiesta cuanto antes y se encontraron con esa tierna escena.- sacó la lengua con sarcasmo.-Ojalá les hayas dado un buen susto, me encantaría ver a Matt sin dormir…je je se levantaría todo ojeroso, horrible…feo por una vez en su vida!- siguió soñando así, yo le sonreí y volví a fijar mi vista en el doctor que escribía unas notas.

- …Con los ojos rojos, no pondría poner su carita de ángel…- miré a Lei, y le puse una mano en el brazo.

- Lei, deja de fantasear. ¿Qué es lo que le esta diciendo?-

- Oh, ya olvidate. Tenes que hacer reposo.-se acercó a mí con una cara de tonta.- ¿Pero no sería genial que le sacaran fotos en ese deplorable estado? -

- Si, bueno. Y con una foto de mi en este estado como acompañamiento le daría un toque.-
Reímos.

Las horas fueron pasando, seguimos hablando mal de Matt. Cailea y el doctor ya se habían ido.

Me ordenaron reposo, unas cremas para los puntos, los moretones y los rasguños.

Cuando Lei se fue a cenar, me sentí muy sola. No tenía mis cosas, solo unas cuantas revistas y me sentía totalmente vacía.

Volví a levantar las sabanas para examinarme las piernas. Aún quedaban las marcas de las piedritas, ya empezaban a cicatrizar por suerte.



Así que Connor fue el que me había llevado hasta la enfermería. Que gesto tan grande.

¿Pero dónde estaría ahora? No lo vi en todo lo que quedaba del día.

Me incorporé. En la mesita de luz había un plato con comida. Pollo al horno con zanahorias cortadas en rebanadas.

Me devoré todo en un abrir y cerrar de ojos.

Seguía hambrienta. Era difícil saciar mi hambre a veces.

Me bajé de la cama. Sentí un dolor muy agudo en mi tórax. Me miré, estaba todo bien.

Todos debían estar cenando en el gran comedor. Me relamí y mi estomago crujió.

Abrí la puerta del pequeño cuarto y caminé unos pasos hacia afuera. El cuarto era un pequeño consultorio, el día anterior mientras recorría el pasillo con Matt me había preguntado qué sería esa puerta.

Mi respuesta no había llegado de la mejor manera.

Estaba en pijamas así que no me moleste en ponerme algo más encima.

Di unos pasos más por el pasillo, me dolía todo.

Las heridas me ardían un poco, pero nada podía ganarle al hambre que estaba sintiendo.

Mi estomago ante todo. n.ñ

Traté de arreglarme un poco el pelo en un espejo antiguo que había a mitad de pasillo.

No estaba tan mal, solo un poco pálida. Solo un poco.

Y unas ojeras. Y una boca reseca.

Pero nada más.

Cuando me toqué el pelo noté  la sangre que se había secado.

Me mareé un poco.

Me apoyé contra una pared, ya llegaba a las cocinas, le pediría a mis nuevas amigas si me daban un poco más de comida.

Finalmente ahí estaban las puertas de la cocina.

Abrí lentamente.

Todos levantaron la cabeza de sus labores. Esta vez las mujeres no estaban solas, también estaban los cocineros.

- Señorita, según me dijeron usted no puede levantarse de la cama.- me dijo preocupado un cocinero algo viejo.

- Tengo un poco de hambre, señor.-

- De acuerdo, ahora le llevo algo pero vuelva a acostarse.- miró a una de sus ayudantes- llevala Nora.- la mujer obedeció al instante y tomándome del brazo me llevó con mucho cuidado hasta el consultorio.

- ¿Qué fue lo que te pasó?-

- Oh, es una historia muy larga apuesto a que no tiene tiempo para escucharme.- llegamos a la pequeña puerta. Unos pasos nos hicieron detener cuando Nora ya tenía una mano en la manija.

Connor y Matt pasaron por el pasillo como un rayo.

-Entre, señorita.- me alentó la mujer con la puerta ya abierta y una mano en mi hombro.

Quería hablar con Connor, agradecerle todo lo que hizo. Por salvarme.

Di la vuelta y comencé a caminar por el pasillo con prisa, como podía.

Seguro habían ido a las cocinas también.

- ¡Señorita!- oí exclamar a la mujer. El mareo me hizo detener bruscamente.

- ¡Connor!- grité. No podía moverme más. Me tomé los costados, inclinándome extrañamente.

Punzadas me estaban carcomiendo el abdomen. El hambre quedó en el pasado.

Vi como Connor acudía a mi llamada. Mis ojos comenzaron a perder enfoque nuevamente.

El me sostuvo a tiempo. Me acomodó entre su cálido pecho, pude sentir su perfume tan delicado.

Su suéter azul y su estampado fue lo único que me mantuvo atenta.

-Sakin ¿Qué estás haciendo fuera de la cama?- me preguntó en un murmullo, rozándome la oreja con su cálido aliento.

No respondí, no quería hablar. Volvió a acomodarme, me tomó de la cintura arrastrándome un poco hasta el cuarto. Levanté un poco la cabeza, negándome a que me soltara. Estaba entre el sueño y la realidad, cuando vi salir detrás de una pared a Matt.

Se cruzó de brazos con su detestable humor de perros.

Sentí que me iba. No quería. Deseaba quedarme abrazada a Connor para siempre.

Mientras caminabamos de esa extraña manera hacia el cuarto, de a poco, noté con odio como Matt se burlaba de mí.

Y un destello, del mismo color que el espectro lobuno, cruzó por su maliciosa mirada.


NdA: perdon x la tardanza, la vida es complicada jajaj n.ñ''
pero den x seguro q no voy a abandonar el blog
Kisses

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