martes, 6 de octubre de 2009

Cailea Salerno

Capitulo 2-

Parados firmemente en la entrada, se hallaban dos muchachos vestidos de traje color gris, camisa blanca y zapatos marrones oscuros.
Lo único que los podía diferenciar eran sus cabellos, el de uno bien corto y rubio, y el del otro negro y largo hasta casi tocar los hombros.
Al detenerse por fin el coche, se precipitaron súbitamente a abrirnos las puertas, nos tomaron de las manos para ayudarnos a bajar del coche. Por supuesto, me tropecé con mis torpes pies. Enrojecí de la vergüenza, pero por suerte no pasó a mayores y ninguno de los muchachos prestó mucha atención ya que ahora se disponían a bajar mis bolsos.

- ¿y? ¿Qué tal la hospitalidad? – me susurró mi amiga, sonriendo y mirando picaronamente a los jóvenes.
- Diré que es excelente, si eso te agrada.- le respondí irónicamente a la vez que le daba unas palmaditas cariñosas en el hombro.
Cuando el baúl se cerró y los bolsos ya se encontraban en la entrada, Leicia le ordenó a Paine su retirada. La limusina siguió su camino hasta desaparecer por entre otro bosquecito.
Los muchachos se dispusieron a transportar los bolsos hasta el hall de entrada.
Mientras los seguíamos, noté con terror que esa clase de equipaje no pegaba con la mansión… ¿Pasaría lo mismo conmigo?
El muchacho rubio fue el último en descargar uno de los bolsos, el peor, desvencijado y con un parche mal cosido de un costado. Rogué a todos los dioses del universo que el muchacho lo volviera a acomodar, pero del lado del parche contra la pared.
Pero nada de eso sucedió y un sonido de tacones apresurados se comenzó a oír cada vez más de cerca.
Ya estaba nerviosa otra vez. Las manos comenzaron a temblarme y no sabía dónde ubicarlas, como odiaba cuando eso me pasaba.
Leicia muy emocionada, fue al encuentro de los pasos doblando por un pasillo a la izquierda que conectaba con el gran hall. No pude moverme para acompañarla, así que me quedé como si fuera una estatua de piedra frente a los mayordomos que me miraron algo extrañados.
Decidí dirigir mi mirada hacia las baldosas o las pinturas para evitar sus penetrantes miradas.
Los taconazos se detuvieron en la otra habitación y pude oír la bienvenida que se daban las mujeres.
Pude captar la voz de mi amiga y también la voz ronca de la señora. Debía ser una fumadora compulsiva.
Mientras en la otra habitación las mujeres hablaban emocionadas, yo aún seguía en el hall frente a los dos jóvenes que custodiaban mi equipaje al pie de la escalera como dos granaderos.
Pronto el temblor se trasladó a mis labios, me pasaba eso cuando me ponía muy nerviosa, era como el siguiente nivel luego del tembleque de los brazos.
Ese había sido otro de los motivos por el cual mi padre se había trasladado al campo, a él le ocurría lo mismo que a mi.
Pero por supuesto que a mi me ocurría muy pocas veces ya que casi no existe el stress en un lugar así.
Los tacones volvieron a escucharse y de repente Leicia apareció con la que debía ser la dueña de la casa, Cailea Salerno.
Estaba vestida muy glamorosamente, con un vestido que cubría desde su pecho hasta los talones que combinaban muy bien con su peinado estilo charleston y sus collares de cuentas.
Su pelo era negro con unas mechas blancas al frente, y en su flequillo perfectamente cortado. El pelo le llegaba hasta la mitad de la nuca y parecía un poco pesado.
Y finalmente, allí estaban esos zapatos enormes típicos de Vivienne Westwood, con esos tacos aguja largos y finos tan elegantes.
Los zapatos eran de una seda extraña, azul brillante y con unos brillantes pequeñísimos que daban la impresión de una noche de verano estrellada.
Las mujeres caminaron el trayecto hacia mi, tomadas de la mano como las mejores amigas. De verdad esa señora la apreciaba mucho.
- Querida mia, sé bienvenida a esta casa.- dijo con su voz ronca y gentil.
- Muchas gracias, Sra. Salerno. De verdad, no sé como agradecerle su hospitalidad y espero no ser una molestia.- confesé.
- Pero por eso no te molestes, mi querida. – y al decir esto cerró sus ojos grises fuertemente como si recordara viejas épocas, luego los abrió y me sonrió.- en toda mi vida siempre pensé en mi y solo en mi. Pero desde que Leicia llegó, soy totalmente otra persona…- al terminar, creo que notó mi cara de terror porque rápidamente agregó :- ¡Una mejor persona claro!-. Todos rieron, yo reí de los nervios.
Puso una mano suya en mi hombro y me empujo suavemente hacia Leicia.
-Querida, enseñale su habitación. Quiero que esta señorita tan bien educada se sienta a gusto.- dicho esto soltó mi hombro y se separó un poco hasta el otro pasillo del hall, mientras yo pasaba por entre los mayordomos para seguir a mi amiga que ya se encontraba en el principio de la escalera de mármol blanco.
- Adiós chicas, nos veremos en la cena ¡hoy me queda mucho trabajo por hacer! Disculpen que no las acompañe.-
-No hay cuidado, en cuanto pueda iré a ayudarla.- dijo mi compañera.
- Como gustes, dulce.- dijo y nos saludo con un gesto de su mano, que al estar llena de anillos y pulseras las hizo vibrar. Nosotras le respondimos el saludo.
Cuando se fue, me di vuelta estúpidamente como si fuera un robot y comencé a subir la escalera de caracol.
Los escalones estaban hechos de mármol y la baranda gruesa, de una madera como el cerezo.
Miré hacia arriba, donde pendía sobre nosotros una gran araña de cristal antigua.
Noté que los chicos iban detrás nuestro con la carga de mis espantosos bolsos.
Me tapé los ojos con la mano en un claro signo de vergüenza, Leicia justo se dio vuelta en ese instante pero retiré mi mano a tiempo para que no se diera cuenta de mi gesto.
Me esbozó una hermosa y amplia sonrisa, que conteste con un “ok” de mi mano. “qué estúpida” pensé ni bien se dio vuelta.
La escalera parecía no terminar más.
Cuando llegamos al último peldaño, casi sin aliento. Noté con horror que en el muro que teníamos enfrente se erguía un hermoso ascensor antiguo de oro y bronce.
- Leicita, decime que eso que veo ahí no es un ascensor…- le gruñí algo furiosa ya que no me quedaba más aire.
- Si, lo es.- al ver mis ojos como platos agregó asustada: -¡Pero esta descompuesto! Eso es otra de las cosas que me tendré que ocupar luego, así que te voy a tener que dejar mucho antes de lo esperado ¿No te enojas, no?- de inmediato puso su cara de cahorrito mojado, que siempre me podía.
- No, esta bien…creo. Pero supongo que después harás un espacio para tu amiga ¿no?-
- Si, eso dalo por hecho tontita.- nos abrazamos cariñosamente.
- Eh…¿Dónde dejamos el equipaje, señorita?- se escuchó decir detrás nuestro.
Pobres chicos, recién habían llegado al final de las escaleras, con todos esos bolsos.
- Es por acá, síganme todos.- dijo Leicia, luego se volteó hacia mi.-Es una habitación de las más sencillas pero especial al fin y al cabo. Tal como te gustan.- sonrió misteriosamente mientras mi sonrisa se agrandaba más y más.
Mientras caminábamos por un largo y ancho pasillo, pude ver que contenía varias puertas de estilos y tamaños diferentes pero nunca dejando el toque de elegancia que distinguía a la mansión.
-¿Cuántas habitaciones hay en esta mansión?- le pregunté extrañada al ver más y más puertas.
- Deben haber como treinta aproximadamente. Es que los fines de semana vienen muchos invitados, amigos de Cailea principalmente. Ah, ahí esta nuestra puerta.- concluyó. Al final del pasillo se encontraba una pequeña puerta de madera rojiza barnisada, con una manija de plata brillante, que bien podría haber sido el armario de las escobas por su delgadez.
- Debe estar por acá…- la chica buscaba entre por los menos veinticinco llaves diferentes, finalmente encontró dos llaves de plata idénticas. Me entregó una copia, mientras ella colocaba su llave en la cerradura. Examiné mi llave y advertí con una sonrisa que mi nombre estaba tallado en un lado y del otro lado estaban tallados las figuras de varios angelitos entre flores. El que lo había realizado, había hecho un muy buen trabajo.
Leicia finalmente abrió la llave, pero al entrar eso no se parecía en nada a una habitación. Era más un cuarto de piedra color gris hueso. En el lado izquierda , frente a la puerta de madera se erguía una simple escalera de piedra en forma de caracol, y del lado derecho se encontraba una gran ventana estilo medieval del mismo color que la pared.
- Es por acá.- escuchamos que nos llamaba mi compañera desde las escaleras. La seguimos, hasta los chicos parecían confundidos, al parecer nunca habían estado allí.
- Dios mio ¡es asombrosa!.- de inmediato abracé a mi amiga por la espalda.
La habitación era grande, pero sencilla. Todo era estilo Versailles, color celeste pastel, marrón claro pastel y blanco marfil. La cama enorme, con un dosel azul francia y se encontraba en el centro del cuarto.
Del lado este, un gran ventanal con balcón estilo romántico dejaba entrar el aire fresco del jardín trasero de la mansión que aún no apreciaba del todo.
Las cortinas azules con detalles y flecos en dorado, me hacían sentir como en un cuento de hadas donde yo era la princesa.
- Espero que no sea demasiado…francés.- rió mi amiga, a la cual volví a abrazar con mi tradicional rompe-columnas.+
- ¡Auch!¡ Deberían prohibir el uso del rompe-columnas más de una vez al día!- me gritó a la vez que me daba un pequeño coscorrón en la cabeza.
- Esto es demasiado hermoso…mil gracias. Juro que voy a encontrar un buen trabajo para pagarte todo esto que estas haciendo por mi.- le dije algo apenada. La miré fijamente y el llanto me salió de repente del fondo de mi alma. Lloré de alegría sobre su hombro, Leicia se limitó a reir.
- ¡No te burles, mala!- le dije entre pucheros a la vez que me separaba de ella. Miré a los muchachos que ya habían llegado hace rato al cuarto, pero que estaban igual de asombrados que yo observando cada detalle.
- Buen trabajo chicos, ya pueden retirarse, les dejé la puerta abierta así que no van a tener problema.- les ordenó Leicia.
- Bien.- fue lo único que pudieron decir, todavía observaban como bobos el lugar.
“es una de las torres” escuché que decía uno cuando ya estaban abajo, luego se escuchó el sonido la puerta cerrándose.
Ya estábamos totalmente solas.
-Juro que te voy a pagar todo.- le volví a decir.
-ah, Sakin, no seas cursi y ya basta con eso.- dicho esto, me besó dulcemente en la mejilla.
Cuando se estaba alejando, un teléfono sonó.
Nos volteamos, allí estaba, sobre una mesa de luz, un teléfono antiguo del color de marfil con detalles de las líneas en dorado.
-Uff ¿Quién podrá ser? Todavía no le dimos el número a nadie…- confesó algo asustada.- ¿Diga? ¡Ah si, enseguida señora!- colgó.
-¿Era Cailea?- ella asintió.
-Claro, ella sola podía ser ¿Cómo no se me ocurrió?- se quedó mirando fijo al teléfono.
-¿Qué sucede?-
- Es que recién ayer se instaló este teléfono, que va a ser tuyo. Las únicas que sabíamos eramos nosotras dos.- hizo una pausa.- Bueno y ahora vos, claro.- me sonrió.
La miré tristemente, se hizo un silencio incomodo. Ella miraba el piso de madera que brillaba como nuevo y suspiró.
- ¿Tenés que irte?- le pregunté también suspirando.
- Así es…-
- Pero…no me ibas a acompañar por la casa, no conozco nada y a decir verdad tengo algo de hambre…-
- Tenés razón.- se incorporó del borde de la cama donde estaba sentada.- además, no quiero exagerar pero podrías perderte.-
- Ehh ¿Para tanto?-
- Si, para tanto. A ver…- descolgó el teléfono y al ver que abría la boca para preguntar algo me levantó una mano llena de anillitos para detenerme.
- Hola, Cai. Si, soy yo ¿Recuerda que iba a mostrarle el lugar a mi amiga que…?- se hizo una pausa.- Ah ¿esta ahí con usted?- otra pausa.-Pero sabe como es Matt.- mi amiga frunció el ceño, eso no era buena señal.
- De acuerdo, lo que usted diga. Si, esta bien…- colgó, su rostro era de ira.
- ¿Quién es Brad?-
- Es MAtt.- pronunció el nombre con rabia y comenzó a bajar las escaleras pesadamente.
Espero a que pasara por la puerta de madera, la cerró y caminamos por el pasillo camino a las escaleras de mármol.
-Matt te acompañará en mi lugar.- dijo y comenzamos a bajar las escaleras muy despacio.
Ahí , al final de la escalera de caracol, se encontraba el hombre más hermoso que jamás había visto.


A Cailea la imaginé como Anne Rice, que es la autora de Entrevista con el vampiro, Lestat el vampiro, La reina de los condenados, etc.
Sus relatos son excelentes, las peliculas no tanto ya que las hicieron muy comerciales al ser tan popular las novelas.
Siempre va a ser mejor el libro que la pelicula, de eso no hay dudas.

Byees

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