miércoles, 7 de octubre de 2009

Chico Malo

Capitulo 3-

- No le dirijas la palabra si no es necesario, limítate a asentir y sé muy desconfiada.- me susurró al oído poniendo mucho énfasis al “muy desconfiada”. Eso ya no me estaba gustando.- este chico no es de lo mejor pero la señora quiere como a un hijo y “algo más”…- abrí los ojos como platos al escuchar esto, mientras mi amiga me seguía aconsejando observaba en los intervalos a ese muchacho tan atractivo e inquieto.
No podía verle muy bien el rostro por sus movimientos impacientes, pero me di cuenta de su belleza.
Su pelo corto y negro, brillaba como la seda. Tenía un flequillo que le tapaba un poco el ojo izquierdo y que no me dejaba apreciar su cara en totalidad.
Su mirada era muy seria y era bastante alto y delgado. Se movía de acá para allá, mirando cada cinco segundos su brillante reloj.
Su camisa estaba desabotonada desde el cuello hasta un poco más de la clavícula, lo que le deba una aspecto algo desarreglado. No debía tener más de 20.
Cuando íbamos por el último tramo, el chico estaba de espaldas a nosotras, pero un taconazo de Leicia lo hizo darse vuelta completamente hasta enfrentarnos.
No debió haberlo hecho. Era hermoso hasta las orejas, y eso me inhibió de repente, convirtiéndome de un segundo a otro en una imbécil total.
Su rostro perfecto fue como una puñalada que me hizo resbalar cinco escalones hasta sus mismísimos pies.
Leicia se quedó pasmada en el escalón dónde debería encontrarme con ella.
Yo también me quedé pasmada.
El chico se corrió un poco de mi lado, pero no me ofreció la mano para levantarme ni nada.
Miré hacia arriba con cuidado y con horror, noté que me miraba como si yo fuera una película aburrida que quisiera cambiar de inmediato.
Leicia corrió hasta donde estaba aún tirada y me ayudó a levantarme.
La escena había sido humillante, pero sonreí igual…como pude.
Mi compañera me ayudó a limpiarme las rodillas y luego miró con furia a ese chico tan cruel y poco caballero. Ahora la comprendía, debí haber escuchado con más atención sus consejos…
- ¿Qué no tienes manos? ¿Por qué no la ayudaste, imbécil?- le gritó llena de ira. Nunca la había visto así.
El muchacho se limitó a encogerse de hombros y chasquear la lengua.
- No soy el guía turístico de nadie.- me miró y agregó (para mal).- y menos de una granjera.-
- ¡Ubicate o le diré a Cailea!- gritó enfurecida y totalmente descontrolada.
- ¿Qué le vas a decir? No puedes probar nada, a menos que tengas una cámara oculta en tu frente.- y dicho esto la miró despectivamente de arriba abajo su corto y algo provocativo vestido.
Matt cerró los ojos como contrariado, luego los abrió con desgano y me tomó bruscamente del brazo hasta ubicarme a su lado. Estaba muy confundida.
-Ya podes irte, secretaría.- me soltó y se fue caminando con grandes pasos hacia el pasillo izquierdo donde al final se hallaba un gran ventanal que daba al jardín.
- Seguí mis consejos…perdona que te deje así, con esta bestia, pero la señora así lo quiere…adiós.- fueron sus últimas palabras y se fue sollozando por el otro pasillo.
No entendía nada. “¿la señora así lo quiere?” repetí en mi mente.
Me había quedado petrificada entre el pasillo y el hall principal, intentando analizar la escena anterior, pero los gritos de MAtt llamándome me desestabilizaron.
-¡Movete y terminemos con esto!- oí indignada.
“¿Maldición, Cailea no podría haber escogido alguno de los mayordomos?” me pregunté enojada.
Me dirigí hacia el ventanal y salí al hermoso jardín lleno de setos con rosas.
Pasé por unas sillas de jardín blancas muy hermosas, enfrentadas a una mesa con sombrilla.
Frente a mí se hallaba un paisaje muy bello, hectáreas de verde césped, flores, efigies, fuentes y bosquecillos.
Por un momento, al tener esa vista frente a mi olvidé todo, absolutamente todo. El viento fresco chocó contra mi cuerpo y entró por mi boca hasta inundar mi alma.
Me sentí en mi casa hasta que inspiré.
Volví a inhalar otra bocanada de ese aire fresco pero ahora sumado al perfume de unos jazmines blancos.
El aroma dulce me trajo nuevamente a la realidad cuando mi estomago se retorció hambriento.
Había sido un muy largo viaje, y en el transcurso había comido muy poco.
Levanté la vista hacia el cielo abierto de un color celeste intenso. Una sensación de que alguien me observaba erizo los vellos de mi nuca.
Miré con algo de temor hacia mi costado izquierdo, con asombro noté como la mirada escrutadora de Matt me penetraba.
El temor se convirtió en vergüenza de un momento a otro. Otra vez mis pies parecían clavados a la tierra como si fuera una estatua de piedra.
-Te dije que te movieras ¿Qué es lo que estás haciendo ahí?- me di cuenta de que su pregunta no era retorica y que de verdad estaba interesado en que es lo que estaba haciendo.
- Recuerdo mi hogar, en el campo también me encanta disfrutar del aire fresco.- le conteste sin pensar, luego recordé con horror que uno de los consejos de Leicia era que no le dirigiera la palabra a menos que fuera muy necesario. Me llevé una mano instintivamente a la boca.
El chico entrecerró los ojos y frunció sus labios, como si estuviera viendo a un gusano.
- Bien, voy a hacer lo que me pidió Cailea. Este es el jardín.- dijo de mala gana.-Lindo ¿no? Listo, vamos a las cocinas, los sonidos de tu estomago me están irritando.- esto me hizo enrojecer como un tomate, ya tenía ganas de llorar. Pero no iba a permitir que una persona como esa me importara.
Mientras lo seguía, como podía ya que al tener unas piernas tan largas me ganaba por unos cuantos metros, comencé a sentirme como una tonta al haber creído que ese chico por ser tan hermoso podía ser una buena persona.
No rodeamos la casa completamente porque era realmente gigantesca pero nos metimos por una puertita de madera algo desvencijada para ingresar en una cocina del tamaño adecuado para esta mansión: súper gigantesca.
En la cocina había tres mujeres con bandanas blancas y celestes, una, bastante rellenita y de cachetes colorados estaba revolviendo una sopa, otra, morocha de ojos oscuros como la noche amasaba y la última, delgada y larguirucha limpiaba unas almejas. Deduje que esa sería la cena.
Me relamí los labios por el hambre, lamentablemente Matt también captó este gesto.
Volvió a entrecerrar sus ojos brillantes y me puso una cara como diciendo “¿Qué es esto?”.
Decidí que no seguiría haciendo caso a sus comentarios o gesticulaciones pero la verdad es que resultaba difícil no prestarle atención a alguien tan llamativo. Aunque por dentro fuera la persona más cruel que había conocido…

-Supongo que deducirás que estas mujeres son empleadas de cocina.- me comentó como si fuera tonta.
No le hice caso y salude a cada una con un beso en la mejilla, lo cual fue muy bien recibido.

Matt se quedó atónito desde la otra punta de la cocina. Regresé hasta donde estaba parado, de repente sentí como su mano tomaba mi brazo y me tiraba hacia él, dejando su cara demasiado cerca de la mía.
Comencé a ruborizarme así que desee que la tierra me tragara o tuviera algo bueno para decir, pero la primera opción tenía más sentido.

-No hagas eso con los empleados, ellas ni siquiera son chefs, solo son sus ayudantes.- nos quedamos mirándonos fijamente, los dos ahora estábamos igualados en furia y asco.

-¿Cómo podes decir esas cosas?- lo fulminé con la mirada como jamás lo hice con nadie y eso me dejó perpleja hasta mi misma.
El no retiraba su brazo, y continuábamos enfrentados en esa posición tan extraña.
Si alguien nos veía en ese momento, seguro pensaba que jugábamos a las estatuas vivientes.
De a poco fue soltándome.
Pero no dejábamos de mirarnos, no sé cuánto tiempo podría continuar eso.
Finalmente, él fue el que desvió la mirada. Cuando me soltó el brazo, yo lo quité con furia.
Me miró extrañado, luego se dirigió a una de las heladeras y examinó.
Pasé la vista desde Matt hacia las mujeres, que se habían detenido en sus tareas para observarme con ternura.
No estaba segura si habían escuchado, pero olvidé el tema cuando se escuchó como la puerta de la heladera se cerraba de un golpazo.
Matt se dirigía hacia mí con algo en su mano. Estiró su brazo hasta tomar mi mano, y depositó un sándwich de jamón envuelto en papel film sobre ella.
-Sigamos.- dijo en un tono sumiso pasando por delante de mi y abriendo la puerta de la cocina para salir a un pequeño hall de piso negro y papel tapiz rosa salmón.
Al salir, miré hacia atrás y pude notar que las cocineras se acercaban para regalarme una sonrisa. La puerta se cerró sola, y mi sonrisa chocó contra ella y se desvaneció en el aire.



q cursi el titulo pero lo hecho, hecho esta.

:P

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